jueves, 8 de enero de 2009

AYUDANDO A VIVIR, AYUDANDO A MORIR

Nuestra compañera HOPE del foro de enfermería avanza, nos ha regalado esta mañana con un relato presentado a los premios San Juan de Dios, que a muchos nos ha emocionado. Con su permiso, me encantaría que todos vosotros pudiérais disfrutar con su lectura. Mucho ánimo, guapa!
Aún me recuerdo, sentada, con mis veintitantos, en la silla del aula; Guapa, mi larga melena rubia, mi jersey universitario azul, mi cara impecablemente maquillada, mi tipito… Eran otros tiempos y, aunque a veces sentía tristeza, no se puede comparar con lo que siento ahora… Y yo no podía entenderlo…-Yo no estoy de acuerdo- Repetía a aquella singular profesora.Estudiaba enfermería pero esta clase en concreto formaba parte de un curso que organizaba la residencia de ancianos donde trabajaba. La profesora era una enfermera con experiencia en los cuidados a enfermos oncológicos y sus familias en un hospital de día que lo compaginaba con una acción de voluntariado en mi lugar de trabajo –Cuanto aprendí de ella y la gran familia que formábamos- . El curso: “Ayudar en los procesos de duelo”. -¡Por que? – En sus clases nos hacía reflexionar y participar.-Nosotros, con la enfermedad de mi hermana, lo pasamos muy mal. Es como si te estuvieses despidiendo cada vez que enferma, cada vez que está hospitalizada…-Si, pero podéis despediros, en el caso de un accidente los familiares no han tenido la oportunidad de despedirse, siempre les queda algo que deberían haber dicho.-¿Y lo que pasas todos los años que esa persona está mal? ¿Y la angustia de saber que, por mucho que hagas, se irá?-Has podido luchar por ella y ayudarla a vivir, ayudarla a morir…Que razón tenía, AYUDAR A VIVIR AYUDAR A MORIR, esa es la clave.Ese día fui a ver a mi hermana y tuve que entrar en enfermería con ella para que le pusieran la vía endovenosa, se esperó que yo llegase, para ella yo era la mejor enfermera del mundo, sabía que le daría calor en esos momentos. La abracé mientras la pinchaban y su llanto se transformó en un abrazo fuerte, descargó su rabia en mí. Era muy duro ver como sufría con las técnicas de enfermería y saber que algún día ya no podrían hacer nada por ella. Yo sufría al verla así pero no podía imaginar lo que mi padre estaba pasando, unos años después la vida me enseñaría el dolor intenso en el corazón al perder a una personita que era parte de ti, una parte importante…¿Por que no pude entender en su momento los llantos de una niña de 10 años al no querer comer? ¿Por que no entendí sus quejas continuas por cualquier mínimo conflicto con el personal que la trataba tan bien? Por que yo era hermana pero también era la profesional, yo la cuidaba desde ambas perspectivas, pero pocas veces empaticé con ella y mi padre… Entender el cansancio, la pena, la impotencia de unos padres al saber que su más preciado tesoro se les va y, que por mucho que haga toda esta gente, no la salvarán. ¿Para que tanto sufrimiento? ¿Por que la tengo que ver llorar? ¿No la podemos dejar morir en paz? Esos sentimientos los comprendo ahora, pero no en su momento. Yo quería luchar, luchar para salvarla, no quería perder la esperanza ni que ellos la perdiesen. Era lo que él me había enseñado ¿Por que ahora quería dejar de luchar? Y la respuesta estaba ahí: No quería verla sufrir más.

Cuatro años más tarde encontraría la respuesta a las razones que me había dado aquella profesora: Mi hermana estaba hospitalizada por enésima vez, ya bastante mal… Yo era enfermera titulada y trabajaba hacía unos dos años como suplente en un socio sanitario.Estaba en casa estudiando para la carrera de psicología cuando llamaron al timbre. “¡Otra vez este niño, como si no tuviera llaves!”, ese día mi hermano llegaba tarde, yo estaba preocupada, pero también enfadada, el día de antes ya lo reñí por lo mismo, las llaves… que poco importarían unos segundos después…-¿¡Por qué no abres con tus llaves!?- mientras abría la puerta me quedé atónita: Mi padre, con lágrimas en los ojos, temblando…-Cariño, donde está tu novio, me tiene que llevar, no puedo conducir así…-Papa, ¿que pasa?, ¿donde está el niño?- Dicen que las madres tienen un sexto sentido, yo le había hecho de madre a mi hermano, mi niño…-Tenemos que ir al hospital, tu hermano…-¡NO! ¿Que le ha pasado? – Tenía que contener las lágrimas por él, pero no podía…-Ha tenido un accidente en el trabajo, me ha llamado su jefe, dice que solo se ha roto la nariz, pero yo sé que es algo más serio… ¡Por favor, que nos lleve tu novio!-Está trabajando, si quieres conduzco yo…- Llevaba años sin conducir, era mala conductora. En ese momento daba igual…-Bueno vamos, ya llevo yo el coche, pero estoy muy nervioso, mira tú las señales…-No te preocupes, solo será la nariz, ya verás- Yo sabía que no era así, algo muy malo le había pasado, estaba mal, lo presentía, igual que él, pero no podía decírselo… Y ese nudo en el cuello…-¿Donde está?-A 40Km., en un buen hospital. Yo no sé ir, pero mira las señales…El trayecto fue un infierno, después de perdernos tres veces, llegamos a Urgencias. No olvidaré la cara de la administrativa al preguntarle por “Un chico joven que ha tenido un accidente de trabajo”. Solo me miró con mucha pena y dijo:- Un momento…-Una enfermera nos acompañó, casi sin mediar palabra, a la sala de espera del quirófano:-En este momento lo están interviniendo.-¿Pero de qué? ¿Está muy mal?-Papa tranquilo será solo la nariz, ya verás…-Ahora ya estaba segura que no, el comportamiento del personal me lo confirmó.-No puedo, ya solo nos faltaba esto, es que tenemos la desgracia encima- No le faltaba razón…Otra enfermera se presentó, nos pidió los datos de mi hermano:-18 años, vivimos en Manresa, trabaja de paleta…- “¿¡Por que no se lo han preguntado a él?!, ¿¡Tan mal está!?”-¿Pero como está?- Enseguida viene la cirujana a informarlos, pasen al despacho.Salió la cirujana y el susto fue peor: Aún llevaba la mascarilla, sudaba y sus ojos estaban empapados en lágrimas:-Nosotros hemos hecho todo lo posible- Decía con voz queda mientras se quitaba la mascarilla y la dejaba encima de la mesa- Ahora solo queda esperar…En 24 horas sabremos más…-¿¡Pero como está!?¿¡Que le ha pasado!?- Repetía mi padre mientras se levantaba y volvía a sentarse.-Traumatismo cráneo-encefálico por una caída, ha ingresado con tres hematomas craneales importantes, le hemos podido intervenir uno pero hay dos que no se pueden tocar, son muy internos. Se pueden reabsorber por si mismos pero debemos esperar… No les puedo decir más por el momento… Vayan a la sala de espera de la UCI que es donde lo llevaran en unas horas, cuando esté más controlado. Allí podrán verlo un momento y les darán más información.- Su voz era seca pero no por superioridad sino por impotencia.La espera fue insoportable, en dos horas vimos pasar una camilla, mi padre se levantó sin previo aviso y dijo:-Ahí está…- Y las lágrimas volvieron a su cara… Estaba tan edematoso que no parecía él…En diez minutos salieron y nos informaron nuevamente de su estado:-Pueden pasar a verlo cinco minutos, está inconsciente, intubado y lo que tiene en la cabeza es para controlar su PIC, su presión intracraneal, para comprobar que los hematomas no presionan demasiado el cerebro.- Se agradece enormemente la información antes de entrar a verlo, esas palabras son duras, pero si te preparan antes el shock no es tan fuerte…

Cuando lo vi ahí estirado, tan hinchado, su cabeza vendada con ese tubo que salía de ella, intubado y todas las máquinas alrededor me sentí muy débil, mareada. Los estudios te preparan para enfrentarte a los accidentes que suceden a otros, pero no a tus seres queridos, aunque entender para que sirven tantas máquinas y sondas te tranquiliza, de ahí la importancia de la información del equipo sanitario ante un acontecimiento traumático.Estuvimos diez minutos abrazados al lado de su cama, llorando, deseando que esto no estuviese pasando. La enfermera permaneció a nuestro lado y nos acompañó a la salida, nos informó de las horas de visita y nos aconsejó ir a casa a descansar e informar a los demás familiares. Aunque no quería irme tenía razón, lo mejor era volver a casa e informar a mis hermanas, mañana volveríamos, aquí no podíamos hacer nada…Durante mi vida, tanto en lo personal como en lo profesional, he aprendido que el momento mas duro es informar a los familiares del accidente de un ser querido… Que razón tenía aquella profesora, que difícil es superar el trauma de poder perder a alguien a quien le hubieses dicho tantas cosas…” No debí haberme enfadado tanto por unas llaves…”” Perdona mi niño, no te quise gritar…Lucha por tu vida. Te quiero mucho, por favor ponte bien…”. Mientras recorríamos nuevamente el trayecto a casa también pensaba como lo diríamos a mis hermanas y, recordando al personal del hospital, me di cuenta que no haría falta iniciar la conversación.Al entrar en el salón mi hermana nos miró y preguntó:-¿Qué pasa? ¿Por qué lloráis?-El niño ha tenido un accidente trabajando…-No me dejó acabar la frase, pegó un puñetazo al sofá y se puso a llorar mientras gritaba:-¡NO! ¿Está muy mal? ¿Por que todo nos pasa a nosotros?- Se levanto y pegó patadas al sofá y a las sillas, luego nos abrazó y lloró con nosotros. Cada persona expresa su dolor, su rabia, conforme sienta en ese momento y los demás debemos entenderlo y apoyarla.- Y, ¿Cómo está? ¿Está muy mal? ¿Donde está?... ¿¡Por que!?¡No puede ser!-Respondimos a sus preguntas, tranquilizándola, una vez dejamos de llorar. Le explicamos todo lo acontecido y quedamos en no decir nada a nuestra hermana del ejército, a su madre ni a nuestra hermana enferma hasta que pasaran las horas críticas y pudiésemos dar una explicación menos incierta. Esa noche dormí con mi hermana en la cama, no queríamos estar solas. La soledad, en momentos de tristeza, incrementa el dolor. Siempre debemos intentar acompañar al familiar que sufre, ya sea con miembros del personal o localizando a personas allegadas.Aunque ninguna de las dos dormía estuvimos en silencio, acompañándonos en nuestro dolor…Nada reconforta tanto como el silencio de otra persona cuando necesitas apoyo, sabes que, cuando pronuncies la primera palabra, ella estará ahí para darte consuelo y amor, aunque no pueda darte soluciones inmediatas…Durante quince interminables días estuvimos asistiendo a las citas con los médicos, a las visitas silenciosas a su box de la UCI, hablando con el equipo para ayudar a cuidar a mi hermano. Como nos ayudó el equipo de asistentas sociales al trasladar a mi hermana enferma al mismo hospital…Informemos a mi otra hermana, la cual se desmayó, a su madre, que rompió a llorar desconsoladamente…Pero no informemos a la pequeña hasta que el niño se recuperó y salió de la UCI para ingresar en una habitación, con secuelas irreversibles mínimas. Fuimos una familia muy unida con decisiones unánimes y el apoyo constante de un equipo sanitario que nos transmitió seguridad, información y consuelo. Que nos dejó opinar, transmitiendo su opinión en base a la experiencia. Cuanto me enseñó también aquel equipo de profesionales, como aprendí de su manera de trabajar multidisciplinar.En dos meses mi niño se recuperó totalmente, que bonito fue el momento en que visitó a nuestra hermanita y esta lo abrazó. Nunca volvería a ser el mismo, pero nuestra unión tampoco, como mi visión de la enfermería, como cambió ese accidente mi manera de ver nuestra profesión, que poco importaba ya la individualidad en mi trabajo, que importancia había adquirido cada miembro de mi equipo, de mi familia, de mi comunidad…Y que pronto volvería a comprobar la importancia de cada persona en mi mundo…

La vida nos despojó, en dos años, de dos personas muy queridas. Nuevamente vivimos la desgracia con la muerte de la mujer de mi padre y, al año siguiente, de mi hermana pequeña… Quince años luchando por ella y, finalmente se quedó dormida en su camita del hospital. Nunca olvidaré el día en que se fue, siempre agradeceré que la dejaran, por fin, dormir en paz, todos con ella en la habitación, en silencio. Hasta el último día mantuvimos su ilusión y, con el apoyo de las que fueron parte de nuestra vida esos quince años, sus enfermeras y auxiliares, ella no supo que había llegado su hora, solo se quedó dormida para no despertar más…Al recordar a los miembros de pediatría ese día me reconforta ver lágrimas en sus ojos, ellos la querían y eso nos reafirma el buen trato que le ofrecían. Las enfermeras somos personas y, como tal, y no por ello menos profesionales, sentimos tristeza, somos capaces de ofrecer cuidados eficientes pero podemos expresar sentimientos. Los cuidados de enfermería no requieren solo el conocimiento de las técnicas, son algo más importante, representan la cara visible del centro, la alegría al entrar en la habitación del enfermo si este lo necesita y la tristeza si este lo requiere. Como dijo una vez mi hermana: En la puerta de cada habitación hay un mensaje, las enfermeras tienen que saber leerlo.Con los conocimientos aprendidos mi vida cambió, mi comportamiento en el trabajo también. La importancia que antes había dado a la parte administrativa de la enfermería pasó a intentar leer los mensajes en las puertas de las habitaciones y enseñar a los miembros del equipo que éstos existen, creo que lo he conseguido, con esfuerzo y alguna enemistad, creo que lo he conseguido… Pero aún me quedaba otra lección por aprender…El día que me casé pensé que, por fin, volvía la felicidad a mi vida. Tenía un hombre maravilloso que sabía me daría un hijo. Había deseado tanto encontrar a ese hombre ideal con el que formar una familia… Creo que el día de nuestra boda fue el más feliz de mi vida.Al año siguiente ya estaba embarazada, parecía que ya era una realidad: Mi vida estaba cambiando… Recuerdo cuando le dije a mi coordinadora y amiga: “Tengo tanto miedo de perder esta felicidad, ahora, que por fin, después de todo, soy tan feliz…” Ella me respondió algo que no olvidaré:-Si vives con miedo no vas a disfrutar plenamente de este momento. Disfruta de lo que tienes ahora que lo malo, tu lo sabes bien, ya viene solo…-Ahora, sentada en mi sofá, pensando en lo que se aprende de los demás, sé que tenía razón. Hace tan solo cinco meses de esa conversación, no he disfrutado del embarazo plenamente por miedo a perder a mi bebé, tampoco ha sido un embarazo fácil. Placenta previa diagnosticada al cuarto mes, reposo absoluto desde la semana 25. El miedo no me ha dejado ver las necesidades de cariño de mi marido, no he sabido agradecerle los cuidados que me prestaba. Y un día, en la semana 32, no siento a mi niño, no se mueve y él se mueve mucho… A causa de mi miedo pienso que son cosas mías: “ya se moverá, ahora es más grande y seguro que ya no se puede mover tanto…” Otra vez aparece ese nudo en mi garganta que me dice que pasa algo…-Cariño el niño no se mueve y estoy preocupada- En mi voz se muestra el nerviosismo.-Bueno, después de comer vamos al hospital.Por el camino hacíamos bromas respecto a las veces que había ido a urgencias desde que estaba embarazada y, aunque nunca ningún miembro del equipo de ginecología había expresado nada al respecto, seguro que el personal ya me conocía…Pero al llegar al centro, informar a la comadrona y ver su cara, el nerviosismo volvió:-Estírate en la camilla por favor – Con rapidez llamó a una ginecóloga, ésta, antes de decirme nada, hizo poner a mi marido a mi lado. Era la primera vez, en los ocho meses, que, en vez de dejarle ver la pantalla, lo hacían poner a mi lado. Entonces supe porque:-No hay latido- Solo pronunció estas palabras, yo sabía qué significaban.-¡NO! ¡NO! ¡NO! ¡No puede ser! ¡No puede ser!- Mis miedos se habían hecho realidad. No quería que fuese así aunque sabía ya que era verdad. Repetía gritando y llorando:-¡No puede ser! ¡Vuelve a mirarlo!Ella volvió a mirarlo y me confirmó que era así. Nos ofrecieron otra sala más alejada y nos dejaron solos para desahogarnos. Al rato entraron, nos preguntaron y ofrecieron información con respecto a la anestesia y la operación para el alumbramiento. Cuando entraban sus ojos se empañaban, ofrecían a mi marido bebida, me recordaban que yo no podía comer ni beber y, tocándome suavemente, nos preguntaban si estábamos bien. Dejaron entrar a familiares un momento, aunque no estaba permitido.La comadrona entró para prepararme para la intervención y se despidió con lágrimas en los ojos y la promesa de venir a verme a la habitación dos días después, cosa que cumplió. Lo último que recuerdo antes de perder definitivamente a mi hijo: La enfermera del quirófano abrazándome para que dejara de temblar, justo antes de administrarme la anestesia raquídea. Después, el médico, sin mencionar a mi hijo, ofreciéndome información sobre la intervención. Al rato mi marido, vestido de blanco, dándome un beso y confirmando, sin palabras, que mi bebé estaba muerto. Solo lo creería a él…Cuanto bien me hizo que lo dejasen entrar en ese momento… Aquí, en mi sofá, vuelvo a pensar en el imprescindible apoyo de aquél equipo de grandes profesionales y, agradeciendo cada uno de sus gestos, de sus miradas, de sus palabras, entiendo como me han ayudado a pasar este dolor tan grande y la importancia del trato humano de la enfermera y todo el equipo que te acompaña en esos momentos tan duros…Y, después de todo, aún no tengo respuesta al “Porqué” pero si al “Como aprender del dolor”: Ayudando a otros a seguir viviendo después de perder a un ser querido y a los enfermos a morir con dignidad: AYUDANDO A VIVIR, AYUDANDO A MORIR.

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