sábado, 2 de enero de 2010

LAS MARGARITAS. ENFERMERAS DEL PARTIDO CARLISTA

En abril de 1919, acabada ya hace tiempo la última guerra carlista, se crea en Pamplona la “Asociación de Margaritas de Navarra”, que pretendía aglutinar las actividades de todas las mujeres que, bajo el nombre y modelo de doña Margarita de Borbón, esposa de Carlos VII, es llamada el “Ángel de la Caridad” por sus labores sanitarias en los hospitales de campaña, principalmente en el del Monasterio de Irache, cerca de Montejurra, la “Montaña Sagrada de la Tradición”. El 22 de mayo de ese mismo año quedaba inscrito oficialmente en el Registro de Asociaciones del Gobierno Civil de Pamplona y se constituía una Junta Directiva de la que formaban parte la presidencia, secretaria y tesorera, y siete vocales. Para ingresar, cada aspirante debía de contar con el aval de dos socias y ser aceptada por la Junta.
Las margaritas realizaban generalmente sus actividades en los domicilios e instituciones benéficas de la ciudad como las Hermanitas de los Pobres, la Casa de Misericordia y el Hospital Provincial.

Las margaritas navarras no eran ajenas a los ecos pre-bélicos que se vivía en su ciudad, se sabía que la guerra se aproximaba, pero no sabían cuando. En febrero de 1936, el Secretariado Nacional de Margaritas envió desde Madrid una circular a su delegación de Navarra en la que se ordenaba la organización urgente de cursillos clandestinos de enfermeras en las localidades donde se contaran con suficiente infraestructura, es decir, un local y algún médico de confianza y afín a la organización y dispuesto a impartirlo. De este modo comenzaron en marzo los cursillos sobre nociones básicas de enfermería y primeros auxilios en al menos cuatro localidades navarras: Pamplona, Estella, Sangüesa y Artajona.
Una de las asistentes a estos cursillos nos decía: nos dieron lecciones sobre inyecciones, vendajes, curas, las principales medicinas, etc. Otras margaritas viendo como se iba complicando la situación se incorporan por propia iniciativa al cursillo de “Damas Enfermeras” que la Cruz Roja de Pamplona organizó a comienzos de 1936. “Nos preparábamos para enfermeras, cantineras, y ángeles de la caridad”, lo recordaba la activa margarita María Rosa Urraca Pastor. En diferentes Círculos Carlistas se dieron los mismos cursillos, unos más precipitados que otros. Nos decían una margarita que en su cursillo se enseñó lo indispensable para las curas de urgencia, no dio tiempo ni para darnos un título o certificado, ya que los acontecimientos se precipitaron. Otros médicos impartieron lecciones sobre vendajes y desinfección de heridas, al mismo tiempo que se adquiría un sencillo botiquín. Concluidos los apresurados cursillos, los organizadores indicaron a las margaritas asistentes que confeccionaran sus propios uniformes blancos de enfermera.

El comienzo de la contienda, supuso un nuevo impulso en la movilización de las margaritas navarras, que debe encuadrase en el contexto sociológico que el alzamiento provocó en el importante sustrato social carlista de Navarra y, en general, en amplios sectores católicos de la provincia.
Las Margaritas se les llamaban a las militantes del carlismo, que apoyaban a los requetés y a la vez difundían “un modelo femenino en contraposición al de las sociedades liberales, republicanas o izquierdistas”, es decir “Fiel Guardiana de las Tradiciones Familiares y Valedora de la Integridad Familiar”. Eran las principales agentes movilizadotes de la sociedad nacional, acentuando el encuadramiento y movilización social de la retaguardia, ejerciendo de paso las labores tutelares de la familia, que el carlismo cree que corresponde a la mujer.

La labor de estas mujeres se concretaba principalmente en la confección de uniformes, el avituallamiento de las columnas de requetés que partían de Pamplona y su incorporación a los hospitales militares como enfermeras. Hay algunas asociaciones de margaritas que empiezan a cuestionar el papel tradicional que hasta entonces tiene la mujer en la guerra dedicada a labores asistenciales y a la caridad. Las Margaritas de Catarroso hacen un comunicado diciendo: “ofrecemos nuestra persona y nuestra vida para lo que haga falta, si nos necesitan en los hospitales, de enfermeras; en la línea de fuego, para guisar o para manejar el fusil”.

El diario carlista en su primera página y a columna completa nos decía las virtudes que en su opinión debía poseer la margarita: “no es soldado, porque es mujer, y por temperamento y por vocación no aspira a herir, sino a curar, no ha disparar el fusil como una miliciana, sino a orar y trabajar como una cristiana”.

De la memoria del Hospital Alfonso Carlos de Pamplona de 1940, y editada en los talleres gráficos de Laborde y Labayen de Tolosa, decía así:
Las Enfermeras
A pesar del volumen que alcanzó nuestro Hospital Alfonso Carlos, nunca estuvo a falta de personal femenino adecuado a lo que sus servicios reclamasen. Una llamada telefónica a la Asociación de Margaritas, daba inmediatamente respuesta a la petición y las necesidades se hallaban remediadas. Ya por marzo de 1936, dentro de la Ciudad alegre y confiada, que era entonces gran parte de la sociedad española, preocupadas ellas por la tragedia del porvenir que sabían segura, se preparaban austeras y aplicadas en talleres, propagandas y sobre todo en cursillos para enfermeras, que en nuestros Centros de la capital y de los pueblos se habían organizado, siendo muchas las que procurando más completa formación obtenían títulos oficiales de enfermeras del Estado en las Facultades de Madrid, Zaragoza, etc.; así se comprende cómo cada nueva sala que se abría en el Hospital, quedaba inmediatamente servida como también las diversas especialidades que se iban instalando.

Una enfermera de título oficial llevaba la dirección de cada sala o servicio, siendo secundada por las que fueran necesarias, enfermeras también, preparadas en los cursillos antes descritos y aptas por tanto al desempeño de sus funciones. Pero si la asistencia fue perfectamente cumplida, todos los médicos que actuaron en el “Alfonso Carlos” pueden dar fe de la ayuda inteligente, eficaz y discreta que encontraron en sus enfermeras, aún más cumplida fue la asistencia moral y espiritual. El ambiente claro y luminoso que el cariño y alegría, tacto y admiración de nuestras admirables “Margaritas” supieron crear en aquellas salas donde el dolor era consuelo, porque a la vez que manos hábiles vendaban sus miembros desgarrados, corazones compasivos compartían tristezas y almas apostólicas disipaban ignorancias y recordaban deberes.
Por todas partes flores, plantas, esmero y limpieza y en cada sala un altar donde reinaba el Sagrado Corazón entronizado y la imagen de la Santísima Virgen que a porfía embellecían los hospitalizados con ingenuas habilidades y artísticos adornos.

Y siempre y en todo momento, la correspondencia asidua a las familias, la enseñanza del catecismo, los coloquios largos y piadosos a la cabecera de los que más sufrían, el cuidado minucioso en la elección de las lecturas, en la organización de los juegos, la porfía generosa por cuidar de los infecciosos, el cariño solícito con que seguían a nuestros soldados en su cambio de hospitales, en su vuelta al frente, y cuando a alguno le llegaba su última hora ¡con qué pena henchida de caridad le rodeaban sus enfermeras! ¡Qué bien podía creerse el moribundo entre su Madre y Hermanas que en aquellos momentos supremos estaban allá para entregarlo a los ángeles que llegaban a su encuentro!. Y con que minuciosidad recogían objetos, recordaban dichos y circunstancias y escribían cartas sin esfuerzo sentido, pero con esfuerzo pensadas, para hallar la frase más consoladora que había que llevar la triste nueva a la familia ausente.
Y es que las enfermeras al llegarse cada mañana al Hospital, venían dispuestas a entregar el don magnífico de su corazón hecho ansias de caridad, de piedad y de sacrificio.
Así el “Alfonso Carlos” aún más que hospital, fue clínica de almas y finca de recreo del Sagrado Corazón. Por eso, al terminar sus actividades quedará siempre su recuerdo y cuando a través de la vida se encuentren los que allí convivieron, no habrá para ellos país ni condición social que los distancie, será el suyo, encuentro de Hermanos, a todos alcanzará la sombra de aquella Cruz monumental que constituyendo la fachada del Hospital, fue su signo. Y aquella Cruz que acogió miserias del cuerpo y del alma, resoluciones heroicas, abnegaciones calladas, esfuerzos cotidianos, bendecirá siempre a los soldados Cruzados y a las Enfermeras Margaritas que, ángeles de la caridad como fue su Reina, supieron cumplir su misión con fortaleza de mujer española, ternuras de madre y virtudes cristianas.

Este hospital disponía de 150 camas, distribuidas en 6 salas corridas de los tres pisos del pabellón Oeste del edificio del Nuevo Seminario. Contaba con dos salas de medicina y 4 de cirugía, quirófano, farmacia, una sala de recreo equipada con radio, comedor, capilla y próximamente tenía previsto crear también servicios de radiología, mecanoterapia y electroterapia. El personal femenino lo componían varias religiosas “Franciscanas del Buen Consejo”, algunas de la “Comunidad de la Esperanza”, la practicante Gloria Biurrun, siete margaritas diplomadas en enfermería y algunas otras encargadas de los servicios auxiliares, limpieza y alimentación. También había unas sesenta personas, médicos y practicantes que habían formado parte anteriormente de la plantilla del “Hospital de las Dominicas”, algunos requetés enfermeros del “Hospital de Sangre de Lecaroz”, el practicante Pedro Biurrun y varias margaritas enfermeras que habían realizado su servicio en el “Botiquín del Círculo Carlista”. Todo el personal era voluntario, es decir se habían ofrecido de forma espontánea para trabajar gratuitamente en el hospital; con excepción de los médicos y de las comunidades religiosas, los demás tenían filiación carlista o afinidad con la Comunión Tradicionalista.
Agradecimiento al Dr. José Danón y a la Fundación Uriach 1838, de Barcelona, por su ayuda en conseguir semejante documento.
En el relato que nos hace Gloria Solé Romeo, en su trabajo “Mujeres carlistas en la república y en la guerra (1931 – 1939). Algunas notas para la historia de las Margaritas de Navarra”. En relación con las actividades que realizaban las Margaritas en la Guerra Civil, diremos que trabajaban en los Hospitales y puestos sanitarios, talleres roperos, para confeccionar uniformes, comedores y almacenes de alimentos. En Servicios sociales de atención a huérfanos, presos, organización de entierros, etc. Además de estas actividades “organizadas” había otras muchas: acompañamiento en algún caso a una partida de requetés toda la guerra, distribución de medallas y “detentes” o “detente bala”, escribir a los requetés como madrinas de guerra, almacenamiento y fabricación de armas y explosivos, servicio como “cartero” en pueblos donde había muerto éste, visitas a los tercios para darles ánimo, etc.

La delegada nacional de los “Servicios de asistencia a Frentes y HospitalesMª Rosa Urraca, enfermera riojana que participó muy activamente en todas las actividades propagandísticas, electorales y sanitarias. Ella nos decía que “debe haber perfecto enlace entre la vanguardia y la retaguardia”. Vosotras debéis proporcionarles a los que luchan ropas y abrigos, atenderles en los hospitales y desempeñar además una misión educadora y de amor, siendo además las madres de los huérfanos…”.
La Ordenanza de las Margaritas era específica para ellas, dando un modelo de mujer que toda Margarita debía realizar, concretándose los principios y aplicaciones prácticas para la vida familiar, religiosa, social y política, de acuerdo con su lema “Dios, patria, Rey”. Esta Ordenanza decía así:
En los puntos incluidos en el capítulo de Dios, se analiza cómo debían vivir la fe, la esperanza, la caridad, la pureza, la fortaleza, con referencias especiales a la oración, la familia, los pobres, los huérfanos, la enseñanza, los espectáculos, las modas, la prensa y los hospitales.
Se lamentaba también de la situación actual del país, fruto del liberalismo, el laicismo y el paganismo, y proponía un futuro distinto, en una España católica, unida bajo el soberano legítimo, foral, gremial, imperial y fuerte.
Era patente la inspiración religiosa de todo el quehacer de las Margaritas en defensa de la familia, la tradición, la pureza de costumbres. Se hacía referencia también a la Virgen del Pilar porque en marzo de 1936, las margaritas la habían elegido su Patrona, y al Apóstol Santiago Patrón.
Terminaba la Ordenanza con un Apéndice sobre la Boina. Las margaritas llevaban al principio una boina blanca, y luego roja, como los requetés. En ambos casos simbolizaba “uniforme, hábito y mortaja”.

LAS MARGARITAS EN SAN SEBASTIÁN
El Hospital del Partido Carlista en San Sebastián, estaba en la esquina de lo que es hoy Ramón María Lili y la Avenida de la Zurriola, enfrente del Kursaal. Se llamaba Hospital de Nuestra Señora de los Dolores (Carlista).
Autor de la fotografía: Javier Garayalde Velaz
En el portal nº 1 de la calle Ramón María Lili, todavía se conserva hoy un cuadro muy grande de la “Virgen de los Dolores” que presidía la entrada por donde todos los días llevaban a los heridos para su ingreso en el hospital. El portal y el cuadro siguen igual que aquel 1936 cuando se creó dicho hospital. Dicho hospital ocupaba todo el primer piso, y estaba dividido en dos salas para enfermos, quirófano, despacho médico y botiquín.
El Coronel de Sanidad de los Requetés era en esa época Don Benigno Oreja Elósegui, que fue su director y contaba con la plantilla de los médicos de la Clínica San Ignacio. Fue Presidente del Colegio de Médicos de Gipuzkoa en dos ocasiones, 1920 a 1924, y la segunda de 1940 a 1946, fue el primer presidente terminada la guerra.
Como Presidenta de las Margaritas de Gipuzkoa en 1936, fue Doña Inés Egoscozabal Brunet. Y los Requetés celebraban el día de su Patrona y el día de Artillería, en el Cuartel de los Requetés que estuvo ubicado en el antiguo edificio del Kursaal. Allí acudían las Margaritas concentrándose en el Hotel Kursaal dos veces al día, de 10 de la mañana a la una del mediodía y a la tarde desde las 3,30 hasta las 7 de la tarde, debiendo atender al combatiente en sus descansos en la retaguardia y actuando como punta de lanza en las movilizaciones sociales en beneficio del soldado, tales como limpieza de los locales utilizados por la tropa; provisión de comida y alojamiento o las prendas de abrigo necesarias. Las enfermeras acudían en sus turnos a trabajar al Hospital Nuestra Señora de los Dolores, que estaba enfrente del edificio, pudiendo así colaborar en los trabajos propios de la mujer en el Kursaal y los de enfermera en particular en el Hospital.
El aumento de la actividad en retaguardia, desplaza de la Sede de las Margaritas desde el Gran Kursaal al Hotel México, donde se instala la Intendencia del Requeté, punto clave para la movilización y el encuadramiento. Allí se instala un taller confección para todo tipo de prendas invernales: jerseys, capotes, mantas, trajes, etc. La publicidad de estas labores, enfatiza el trabajo cualitativo de la Margarita de evidente significación ideológica para el carlismo, destacando su apostolado social. Su militancia en retaguardia se refrenda con la boina roja y la cruz aspada del Requeté, reunión simbólica y síntesis de los principios religiosos y sociales carlistas, ejemplo de su labor guerrera y apostólica en la sociedad nacionalista, ofrecida con locura y amor a las tres veces Santa Causa.
Su papel de agente social adquiere valía por momentos en los primeros meses de guerra, sobre todo con la dilatación de un conflicto que se preveía corto. Sus labores de consuelo a los veteranos pobres, el soporte económico de las familias leales, atención a los heridos y muertos por la Causa, demuestra que sus cometidos no tienen fin.

A mediados de septiembre de 1936, en San Sebastián son frecuentes los llamamientos y convocatorias en pro de los trabajos de las Margaritas para el esfuerzo de guerra, con creciente importancia al prolongarse el conflicto. Este es el caso del llamamiento a todas las que posean el título de enfermeras, para que acudan a los hospitales, en el frente o en la retaguardia.

La atención al herido es para la Margarita el compromiso de la mujer carlista con la sociedad. En los primeros momentos la organización carlista crea hospitales de sangre como el Alfonso Carlos de Pamplona, modelo de organización sanitaria tradicionalista, extensión de una amplia gama de estos centros destinados a los combatientes. Para cubrir las necesidades del hospital se organizan colectas, siendo el tope 150 pesetas por persona. Con este dinero en efectivo se compra mantas, todo tipo de ropa blanca, colchones, almohadas, etc.
En San Sebastián se crean dos nuevos establecimientos en febrero de 1937, de la mano de los Requetés de Guipúzcoa: la Policlínica y el Sanatorio Quirúrgico, instalado en Ayete. Este centro fue posteriormente el hospital de los falangistas, que estaba situado en el Cerro de San Bartolomé, donde hoy está ubicado el cuartel de la Policía Nacional. Ambos son montados con los últimos adelantos médicos y quirúrgicos. El acto de inauguración cuenta con las máximas autoridades de la Junta de Guerra de Guipúzcoa, oficiales del Requeté y la bendición de los locales, con misa celebrada en el Sanatorio.

La presencia de las Margaritas se da por descontado, máxime cuando las actividades bélicas del frente norte se reanudan con la ofensiva sobre la cornisa cantábrica. La propaganda carlista realiza una descripción de los centros así como de sus funciones, comprendiendo la Policlínica consulta diaria y hospitalización de pacientes con tratamiento largo. El Sanatorio está destinado a los heridos en combate y/o enfermedades que requieran tratamiento quirúrgico. En la descripción del personal de ambos centros, se pone el acento en su pertenencia a la Delegación de Sanidad Carlista, junto al plantel de señoritas donostiarras que prestan servicios en calidad de enfermeras.

Se hace saber a la opinión pública donostiarra que: “La Comunión Tradicionalista, que mantiene en los frentes de batalla a millares de requetés, realiza en la retaguardia una labor digna de todo encomio, inaugurando centros como este que hoy nos ocupa, que bastan y sobran para acreditar el talento y capacidad organizadora de sus dirigentes”.
En abril de 1937 la Junta Nacional Carlista de Guerra inaugura un curso de enfermeras, integrado por trescientas señoras y señoritas, con una duración de dos meses y con un nivel alto de enseñanza teórico y práctico, impartido por profesionales adscritos al Requeté y con un examen final para obtener el diploma de enfermeras. En el acto inaugural se dijo de la importancia del envío de miles de hombres al frente y la importancia de la creación de múltiples organizaciones sanitarias para que no queden desatendidos. Recuerda a las futuras enfermeras, el recato y el porte que deben presentar y que se reflejará en la blancura de su uniforme, especie de hábito que representa a la Caridad, el Sacrificio, la Lealtad, la Prudencia y la Vigilancia, todas ellas virtudes que deben adornar a la enfermera en su cometido diario. Considerada como auxiliar del médico en el trabajo del hospital, tiene como misión principal curar y aliviar al enfermo en su dolor físico y espiritual, sustituyendo a la madre, guiando su conducta y el pensamiento de Dios y Patria. En diciembre de 1936 llega a Pamplona, Sevilla y San Sebastián una importante cantidad de lana con destino a la confección de calcetines destinados a las milicias y tropas regulares.

Encontramos en la calle 31 de Agosto de San Sebastián, la Biblioteca del Doctor Camino, Obra Social de Kutxa el siguiente documento.
Conferencia dada por Juan Olazábal y Ramery a las Margaritas de Tolosa, en el Círculo Tradicionalista, el día 29 de enero de 1933, conmemorando el 40 aniversario de la muerte de la reina Doña Margarita de Borbón y editado por la editorial Itxaropena de Zarauz (1933 Signatura: S.M. 1 – A. Nª 42). El manuscrito tiene una dedicatoria en la parte posterior de la hoja que dice: A Don Serapio de Múgica en testimonio de nuestra antigua y buena amistad. Juan de Olazábal. Mundain 20 – 2 – 33
Al levantarse el Sr. Olazábal es largamente aplaudido.
AL hacerse el silencio, comienza diciendo, que a pesar de su veteranía, se levantaba a hablar con verdadero miedo (grandes risas). Si; miedo, aunque no lo creáis, por la magnificencia del recuerdo de aquella egregia señora, todo abnegación y sacrificio, que hoy hace cuarenta años entregó su alma a Dios, y se llamó en vida Doña Margarita de Borbón; y cuyos ejemplos base fundamental de la organización de las “Margaritas”, a quienes dedico la conferencia, dan margen inacabable, a consideraciones tales y tan hermosas, que realmente me encuentro empequeñecido. Unid a esto el que tengo que hablar después de haber oído el elocuente discurso de vuestro dignísimo presidente Sr. Barrenechea, el precioso y notabilísimo pronunciado por la señorita Baleztena, y el de altos vuelos del Sr. Alberdi, Presidente de la Juventud, y comprenderéis, que mi temor degenere en pavor (más risas).

El Reglamento de las enfermeras
María Isabel Baleztena
realizó la redacción del reglamento específico que potenciara y delimitara el papel de las enfermeras Margaritas dentro del Hospital Alfonso Carlos. El reglamento era uniforme para todas las salas y en él se fijaban los horarios y cometidos del cuerpo de enfermeras. Constaba de dos partes diferenciadas: una referida a las enfermeras auxiliares o sin titulación, a las que se denominaban simplemente “enfermeras”, y otra para las enfermeras tituladas, que ostentaban el cargo de “Jefas de Sala”. Para las primeras, el reglamento fijaba dos turnos diferentes de media jornada de 8 a 14 y de 14 a 20 horas, sin incluir las guardias nocturnas. Estos turnos eran alternos, primero una jornada de tarde y al día siguiente de mañana, con objeto de que la enfermera no perdiera contacto con el paciente. Entre dos y tres enfermeras por turno cubrían el servicio de cada sala, en función del número de camas. Durante el cambio de turno se dedicaban unos minutos a comunicar las incidencias.
La “Jefa de Sala” que debía poseer como requisito indispensable la titulación oficial de enfermería, considerando como tales los de Enfermera del Estado, de Sanidad Militar o de las Damas Enfermeras de la Cruz Roja. Su jornada era completa, de mañana y tarde, y estaba al mando y cargaba con toda la responsabilidad de la sala, teniendo a su cargo a las enfermeras, enfermeros y religiosas de sala. Su trabajo incluía todo lo referente a enfermería, organización, supervisión de la visita médica diaria, la formación del personal femenino.

El reglamento introducía cambios sustanciales con otros hospitales de España, por ejemplo la participación en la realización de las curas por parte de las enfermeras, la realización de la historia clínica, tareas que se consideraban propias de los médicos y practicantes, además de la supeditación de las monjas de sala a la enfermera jefe. Tras el Reglamento, se le dio mucha categoría a la enfermera, habiendo una gran transformación en su figura pública.

Con este nuevo reglamento entraba en juego la Formación de las nuevas Enfermeras, ya que en cada una de las Salas debía haber una Enfermera Jefe con titulación oficial al frente. Empezaba a complicarse la ampliación del Hospital y de sus Salas con el uso del nuevo Reglamento debido a la escasez de enfermeras tituladas entre las Margaritas Navarras.

El 22 de abril de 1937 se abre el plazo de inscripción para formar parte del “Nuevo Cuerpo de Enfermeras del Requeté”. En él tendrán preferencia para ocupar los puestos de cabecera aquellas margaritas que poseyeran titulación oficial de enfermería o que hubiesen prestado servicio en hospitales de campaña. Para ello según informaba “El Pensamiento Navarro” el 22 de abril de 1937, decía las aspirantes debían enviar un certificado de su pertenencia a las margaritas cursado por la presidenta de su asociación local y otro que demostrar la posesión de algún título de enfermería, considerando como tales los expedidos por las Facultades de medicina, Sanidad Militar y Cruz Roja.
El 28 de abril de 1937 se inauguraba uno de los proyectos más ambiciosos y con mayor trascendencia de la historia del Hospital Alfonso Carlos, “El Curso de Enfermeras” dirigido por los médicos pamploneses Agustín Madoz y Emilio Huarte Mendicoa y con 155 margaritas apuntadas. Las clases tendrían lugar en el aula de enseñanza del hospital en dos turnos diferentes: a las 8 de la noche para las enfermeras con servicio de tarde, y a las siete para el resto, incluyendo a las margaritas integradas en otros hospitales. Este curso duró alrededor de cuatro meses, mejorando considerablemente la formación de su cuerpo de enfermeras, obteniendo para todas ellas la titulación de diploma de “Enfermera del Requeté”, este título no llegó nunca a tener validez oficial. La Facultad de Medicina de Zaragoza ofertó un curso para oficializar con un examen teórico y práctico el titulo anteriormente expedido por los carlistas, consiguiéndolo algunas enfermeras que se presentaron.

La organización de cursos para nuevas enfermeras fue un fenómeno relativamente frecuente en la retaguardia de ambos bandos durante la guerra civil. En total, se reconocieron durante este periodo 12.307 titulaciones entre auxiliares y enfermeras diplomadas.
Los meses comprendidos entre abril de 1936 y junio de 1939 constituyeron en definitiva el periodo de mayor intensidad formativa en el campo sanitario que la mujer Navarra y seguramente la de toda España. Había conocido hasta aquel momento. Por primera vez muchas mujeres jóvenes tanto de las ciudades como del ámbito rural y que no pertenecían exclusivamente a familias acomodadas, pudieron por fin acceder a una rápida formación y ejercicio de la enfermería, marcada por las trágicas circunstancias de la guerra.
El semanario diocesano pamplonés “La Verdad”, en un artículo titulado “La Enfermera” publicado en diciembre de 1938, se hacía eco del profundo y acelerado cambio que estaba sufriendo la composición social de la Enfermería en España:

La toca blanca es hoy un símbolo y una realidad. Hasta que advino el Movimiento, ser enfermera era una cosa de postín, el uniforme resultaba vistoso y era espejo de sacrificio bien recibido en los medios aristocráticos. Conocíamos las enfermeras por las fotografías que aparecían en los periódicos al final de sus cursos entre títulos de abolengo y figuras de sangre azul. Pero llegó el momento de demostrar que todo aquel aparato exterior servía para mucho. La aristocracia y el Palatinado, la señorita y la joven de clase humilde se unieron en un solo afán: ser enfermeras verdad con los heridos de España. Y lo cumplen de maravilla.

Las “Margaritas” fueron para los Requetés, el ser más querido y respetado de la Tierra. En ellas están incluidas sus Madres, Hermanas, hijas y Enfermeras, y cuando no, sus novias, promesa de un futuro venturoso en el cual se prolongue, gracias a ellas, el linaje fecundo de los Carlistas.

Mira, cuando vas al campo
no pises las “Margaritas”
que es la flor más estimada
que tenemos los Carlistas.

Si vas al monte Oriamendi
no pises las “Margaritas”
que están regadas con sangre
de los Requetés Carlistas.

Que guapa eres
que bien está
la boina blanca
la colorá.

Libros y Bibliotecas consultadas
“El Carlismo, la República y la Guerra Civil”. Margaritas carlistas. Tercios Requetés de la Guerra Civil Española. Juan Carlos Peñas Bernardo de Quiros.
Entre el frente y la Retaguardia. Pablo Larraz Andía.
Mujeres carlistas en la república y en la Guerra (1931 – 1939). Algunas notas para la historia de las “Margaritas” de Navarra. Príncipe de Viana, año LIV. Anejo 15-1993. Segundo Congreso General de Historia de Navarra. Gloria Solé Romeo
Cartas de un Requeté del Tercio del Rey: José María Erdozáin. Ricardo Ollaquindia.
Diario de campaña de un requeté pamplonés (1936 – 1939). Manuel Sánchez Forcada.

Biblioteca Del Doctor Camino, Obra Social de Kutxa
Biblioteca Pública Koldo Mitxelena
Biblioteca. Museo Vasco de Historia de la Medicina y de la Ciencia
Fototeca Kutxa, permiso para publicación de fotografías, 9 de diciembre de 2008
Caja de Ahorros Kutxa


Agradecimientos
Loli Casteres
Javier Garayalde Velaz
Begoña Madarieta
Nuria Montero
Javier Onrubia Revuelta
Benigno Oreja del Río
Juan Ignacio Valle Racero
Museo Vasco de Historia de la Medicina y de la Ciencia


Agradecimiento especial al Dr. José Danón y a la Fundación Uriach 1838, de Barcelona.

Fotos:Las fotos están escaneadas de los libros antes citados, de Internet y de la Fototeca Kutxa de San Sebastián.
El autor de la fotografía del cuadro de la Virgen de los Dolores es de Javier Garayalde Velaz
Manuel Solórzano Sánchez
Enfermero Hospital Donostia. Osakidetza /SVS
masolorzano@telefonica.net

4 comentarios:

Pablo Casais dijo...

Muy buen artículo Manuel. Un saludo
y sigue trabajando así.
Pablo Casais

Pasodezebras dijo...

Felicidades Manolo

Unknown dijo...

Muy interesante todolo que publicas sobre la historia de la Enfermería. Muchas gracias Manuel, te felicito!!!
Un saludo Luisa de Buenos Aires

El Chouan Ibérico dijo...

Excelente artículo que saca a la luz parte de la historia de la organización femenina del Carlismo, las Margaritas.

No obstante, la tarea de las "Margaritas" desde su creación fue más allá que el ser enfermeras o dedicarse a actos de benéficos. Por ejemplo, se dedicaban a enseñar a leer y a escribir en los círculos carlistas a los que no sabían, etc...

Yo siempre echaré en falta en toda la historiografía que exise sobre el carlismo, una historia del requeté desde su creación en Cataluña por el padre José María Romá en el año 1907 hasta el comienzo de la última guerra incivil y una historia de las "Margaritas" porque los estudios sobre la historia de ambas organizaciones parece centrarse en la guerra de 1936 a 1939 y, concretamente, la historia de las "Margaritas" se confunde y queda eclipsada por la organizacion falangista-franquista de la Sección Femenina.