domingo, 29 de diciembre de 2013

LA MORFINA EN LA PINTURA DE RUSIÑOL



En: Jordi Vigué y Melisa Ricketts en La Medicina en la pintura. El arte médico. Ars Medica. Barcelona 2008. Página 196.

FOTO 001 Cuadro de Santiago Rusiñol (1861 – 1931). Realizado en 1894. Óleo sobre tela de 88 x 115 cm. Museu Cau Ferrat. Sitges, Barcelona.

En 1804, el farmacéutico alemán Friedrich W. A. Sertürner (1783 -1841), consiguió aislar la morfina mientras buscaba el principio activo del opio. Sertürner llamó al alcaloide que obtuvo principium somniferum opii por sus virtudes narcóticas, y posteriormente morphium en honor del mítico Morfeo, dios del sueño.

La morfina comenzó a usarse como un analgésico muy fuerte. Actuaba en sólo 4 o 5 minutos, sumiendo al paciente en un estado de letargo y bienestar que tenía, sin embargo, un terrible efecto secundario: creaba adicción. Tras el éxito durante su administración en los soldados alemanes durante la guerra francoprusiana (1870), y dada la falta de regulación gubernamental en el consumo de sustancias tóxicas y la ligereza con que muchos médicos la recetaban, nacieron grupos de morfinómanos de clase alta que, provistos de lujosas jeringuillas personalizadas, se reunían para administrarse morfina.

Santiago Rusiñol debía conocer muy bien la morfina, ya que recibió tratamiento con el fármaco durante diez años, entre 1889 y 1899, para aliviar los dolores que le habían quedado como secuela de una mala caída en Paris y algunos problemas renales. En 1899, comenzaría su cura de desintoxicación. El pintor estaba tan desorientado que su esposa, Lluïsa Denis, de la cual se había separado, volvió junto a él para cuidarle. La experiencia de Rusiñol con la morfina sería tan intensa, que determinará el rumbo de su obra a partir de estos años. Este lienzo presenta una sórdida escena en la que una mujer manifiesta los efectos del potente fármaco, administrado por vía venosa.

La mujer está postrada en la cama de un hospital, vestida con un camisón. La obra posee un tinte erótico, ya que la expresión y el gesto que manifiesta sugiere el goce sexual. El rostro está completamente relajado, mientras que el camisón resbala por el hombro dejando al descubierto el nacimiento de los senos. Las manos crispadas se aferran a las sábanas en auténtico éxtasis.

Aunque Rusiñol pudo inspirarse en lo que vio desde su propia cama durante el proceso de cura, más que una escena real, el pintor pintó el vivo retrato del peligroso narcótico. La morfina es para Rusiñol una auténtica femme fatale que proporciona placer al mismo tiempo que roba la vida al crear adicción. Su cabellera negra cayendo por los hombros desnudos, los dedos internándose lujuriosamente en las sábanas a la altura de la vista del espectador muestran a una mujer sexualmente atractiva, pero extremadamente peligrosa: una auténtica vampiresa.

AGRADECIMIENTO
Jordi Vigué. Estudió medicina en la Universidad de Barcelona. Historiador del Arte por La Sorbona. Paris.
Melisa Ricketts. Licenciada en historia del Arte por la Universidad de Zaragoza. España.

BIBLIOGRAFÍA
La Medicina en la pintura. El arte médico. Jordi Vigué y Melisa Ricketts. Ars Medica. Depósito Legal: M.40.757-2007. Página 196.

Manuel Solórzano Sánchez
Enfermero. Hospital Universitario Donostia de San Sebastián. Osakidetza /SVS
Colegiado 1.372. Ilustre Colegio de Enfermería de Gipuzkoa
Miembro de Enfermería Avanza
Miembro Comité de Redacción de la Revista Ética de los Cuidados
Miembro de Eusko Ikaskuntza / Sociedad de Estudios Vascos
Miembro de la Red Iberoamericana de Historia de la Enfermería
Miembro de la Red Cubana de Historia de la Enfermería
Miembro Consultivo de la Asociación Histórico Filosófica del Cuidado y la Enfermería en México AHFICEN, A.C.
Miembro no numerario de la Real Sociedad Vascongada de Amigos del País. (RSBAP)


domingo, 22 de diciembre de 2013

ORÍGENES DE LA ASOCIACIÓN DE LA CRUZ ROJA



CRUZ ROJA

La Asociación más antigua de socorro á los heridos es la “Sociedad de mujeres badenses”, fundada en Karlsruhe (segunda ciudad más grande de Baden-Wurtemberg, en el suroeste de Alemania), con motivo de las guerras de Dinamarca y el gran Ducado de Baden (1848 – 1850), en cuya Sociedad se inscribieron las mujeres más distinguidas y las más humildes.

En la guerra de Crimea (1854) un periodista inglés, corresponsal del Times, viendo cómo morían los soldados en el Hospital de Scutari, clamó porque viniesen á cuidarlos mujeres abnegadas, y el sexo femenino, dispuesto siempre al sacrificio, contestó gallardamente por medio de Miss Florence Nightingale, que pocos días después desembarcó en Constantinopla acompañada de 37 damas de las clases más distinguidas de Inglaterra. Tal fue el exceso de trabajo de Miss Florence Nightingale, que, agotada por él, cayó gravemente enferma; á pesar de lo cual continuó en su puesto, hasta 1856 que regresó á Inglaterra, donde la Reina Victoria salió á recibirla en Balmoral, la hizo un valioso y delicado obsequio personal y además entrega de 50.000 libras esterlinas, resultado de la suscripción que para Miss Florence se hizo y que ella dedicó á fundar una Escuela de Enfermeras.

FOTO 001 Penosa situación de los heridos

Bajo el imperio de Napoleón III (24 de junio de 1859), 400.000 hombres, austriacos de una parte, franceses y sardos de otra, se destrozaron en la “batalla de Solferino”, cruel sobre toda ponderación.

Miles de hombres agonizaban entre espantosos sufrimientos, abandonados de todo humano auxilio, sobre el campo de batalla, pues los médicos militares habían seguido á sus respectivos ejércitos.

Un ginebrino de fuerte corazón, de lama grande y generosa, Mr. Henry Dunant, reuniendo precipitadamente á unos cuantos vecinos de Castiglione, mujeres en su mayor parte, organizo, como Dios le dio á entender, un “servicio de socorros”, sin duda deficiente por falta de elementos, que hubieron de suplir á costa de heróicos esfuerzos y abnegación sublime, destrozando sus ropas personales para vendar heridas, sus pobres muebles para improvisar camastros y parihuelas, y agotando sus fuerzas en la conducción y cuidado de tantísimo herido.

FOTO 002 Medalla de la Cruz Roja. Heridos batalla de Oroquieta. Ambulancia de San Sebastián tirada por bueyes. 1909 ambulancia de San Sebastián en la plaza de Oquendo

El horror de aquel día inolvidable y el recuerdo de las innumerables víctimas de aquella hecatombe, que algo hubiera podido remediar la humana previsión, la santa caridad, le hizo escribir unos años después un admirable libro “Un souvenir de Solferino”, en el que hacía al mundo entero esta pregunta: “¿No hay medio de fundar sociedades voluntarias de socorro, cuyo objeto sea dar ó hacer dar auxilio á los heridos en tiempo de guerra?”. Y á esta pregunta respondieron 17 naciones  reuniéndose, por medio de delegados, en Ginebra en octubre de 1863, para celebrar una conferencia preliminar, y al año siguiente, 1864, el Congreso Ginebrino de plenipotenciarios que firmaron el convenio internacional, declarando la inviolabilidad de las ambulancias y hospitales, la inmunidad de las personas que auxiliasen á los heridos y la adopción, como símbolo de neutralidad, de banderas y brazaletes con la cruz roja sobre fondo blanco, á la que posteriormente se añadió la inscripción: “In hoc signo Salus”.

El ministro de España fue el primero que puso su firma en el Convenio Internacional, pero antes de que sus conclusiones fueran aceptadas, nuestra Reina Isabel II, siempre magnánime y generosa, dio un Decreto aceptando la neutralidad a favor de los enemigos heridos en el campo de batalla, España, pues, se adhirió á la Convención Internacional antes de que las conclusiones hubieran sido aceptadas.

Este es el origen de nuestra Asociación, cuya misión es aliviar los desastres de la guerra, pero cuyos beneficios son también grandes en tiempo de paz. En Alemania lucha victoriosa contra la tuberculosis; en Italia contra la Malaria; en el Congo, contra el mal de sueño; con el hambre en la India, y alivia en todas partes los estragos del cólera y la peste, los riesgos inherentes á los concursos de sport, carreras de automóviles y raids de aviación; presta grandes servicios en los terremotos de Messina y Martinica, en descarrilamientos é incendios formidables, y fresco está en España el recuerdo de su acción en la repatriación de Cuba y Filipinas, en la catástrofe del Depósito de aguas, y en la que una mano criminal produjo el día 31 de mayo de 1906, con ocasión de las bodas reales.

Ambas fechas están imborrablemente grabadas en el corazón de la que esto escribe (Elena Sánchez de Arrojo). En la primera ganó su hijo, ya difunto, el capitán de Infantería de Marina Emilio Martínez, la medalla de plata de la Cruz Roja, trabajando tres días y tres noches en el salvamento de heridos. En la segunda (bodas reales), la medalla de oro, prestando sus servicios desde el primer momento, con el brazal puesto sobre su ensangrentado uniforme.

Si esto hace la Cruz Roja en la paz, ¿Qué hará en tiempo de guerra? ¡Cuántas vidas salvará! ¡Cuantos dolores calmará!

Desde el Convenio de Ginebra es axioma de derecho internacional este aforismo: “El herido, sea cualquiera su nacionalidad, en nuestro hermano invulnerable y acreedor á nuestra piedad”. Desde el sitio de Paris (1870), en que por mediación de la Cruz Roja entre autoridades francesas y prusianas, se sacaron 10.000 heridos de la ciudad sitiada, que sin esta saludable evacuación hubiera perecido víctima de la peste (porque la guerra sorprendió á los franceses sin preparación de servicios sanitarios) hasta el horrible incendio de la guerra que abrasa hoy á casi el mundo entero, (se publicó la primera edición de esta obra en el mes de julio de 1918 en plena guerra europea), la humanitaria institución pasea de uno á otro confín del mundo el lábaro bendito (estandarte), símbolo de caridad y altruismo, recordando que “del calvario arranca, aunque en el Convenio de Ginebra cristalice, la bendita institución de la Cruz Roja” según frase elocuente del canónigo de Tortosa. Y cuando desangraban á España las guerras Carlistas y 1ª de Cuba, la Cruz Roja, bajo la dirección de aquel inolvidable navarro Nicasio Landa (1), restañó cuanto pudo sus heridas, como lo hizo después bajo la del General Polavieja, en las de Melilla, Cuba y Filipinas, sobre todo en la formidable labor de la repatriación. Durante la cual, aparte otros importantísimos servicios, fueron notables los del Sanatorio central de Vallehermoso inaugurado el 17 de febrero de 1886 por S. M. la Reina Regente Doña María Cristina.

En la guerra Europea la Comisión Española de Prisioneros de guerra ha realizado una simpática y utilísima labor a favor de los heridos y prisioneros de los ejércitos beligerantes, de la que detallada y concienzudamente dio cuenta el ilustrado Secretario general, Don Juan Criado y Domínguez en un folleto que publicó á fines del año 1918.

Y en Portugal con motivo de los sangrientos sucesos ocurridos al cambiar el régimen político, fue la Cruz Roja Española, objeto de unánimes elogios de parte de los corresponsales de periódicos extranjeros.

En todos los países se organiza y se dota, como mejor se puede, este Ejército de Caridad. El Comité de Ginebra fue el único internacional y él fue el lazo de relación entre los órganos directivos de las Asociaciones fraternas. Los convenios promulgados como leyes, no tienen, dentro de cada Estado, más fiscal, ni más garantía que el honor de la Nación que así los aceptó. Poco tiempo después de la primera Conferencia, ya existían Comités de Socorro en todas las capitales de Europa, y según frase feliz  de Mr. Moynier, “las Cruces Rojas se daban la mano á través de los mares, desde Ginebra á Nueva York, de California al Japón, de las Indias Holandesas al Perú”.

FOTO 003 Barco Cruz Roja en Pasajes, San Sebastián

Desde el Convenio de Ginebra, la obra se fue perfeccionando. Los artículos adicionales de 1868 fueron admitidos como “modus vivendi” en la guerra franco-prusiana. El convenio de 1899 amplió á los combates navales los principios del ginebrino, extendiendo sobre los barcos-hospitales el palio protector de la neutralidad; en La Haya se aprobó el Reglamento relativo á las leyes y constumbres de la guerra terrestre, y en otra conferencia celebrada en Ginebra en 1906, se trató de redactar y aprobar otro contrato internacional que fuera ampliación y complemento del primitivo. (Todas estas disposiciones en España puede decirse están codificadas por el Reglamento orgánico fecha 13 de marzo de 1907).

Hoy son 38 los Estados adheridos á la Convención (1920). En la mayor parte de ellos las sociedades de la Cruz Roja dependen de los Poderes públicos y están más ó menos asimiladas á los organismos militares. Donde la Cruz Roja se ha instituído por iniciativas del Gobierno como ocurre en Holanda, los Estados Unidos y España, el Gobierno se reserva su dirección. En otros Estados, el Parlamento ha establecido unas relaciones fijas con el Ejército, y en otros, se ha limitado la organización á un comité central con facultades directivas para el servicio voluntario de sanidad militar. En Austria-Hungría y Alemania, la Cruz Roja no es más que un factor en el servicio voluntario de asistencia de enfermos. En el primero de estos países componen la Cruz Roja: por Austria, las sociedades provinciales y las de señoras, y por Hungría, la de señoras del país junto con las asociaciones provinciales, federadas en 1881. Los presidentes de ambas federaciones austriaca y húngara, actúan en calidad de comisarios regios. Un presidente común de las dos, es elegido por el emperador entre los magnates de la Cámara con el rango de protector.

En caso de guerra, el plano de movilización de ambas federaciones obedece á consideraciones puramente militares. En Alemania hay sociedades provinciales con organización uniforme, sometidas desde 1869 á un comité central, que reside en Berlín, cuya situación está perfectamente definida en tiempo de guerra por la ley de sanidad militar. Esta dispone que el servicio voluntario de socorro á los enfermos debe subordinarse á las necesidades del estado y para esto existe un comisario imperial, inspector militar de la asistencia voluntaria en el Ministerio de Guerra y el Jefe de Sanidad Militar, del que recibe las oportunas órdenes. Todas las sociedades auxiliares y voluntarias han de someterse á la Cruz Roja y estar dispuestas en todo tiempo á formar columnas sanitarias, erigir hospitales y auxiliar á los ya existentes, en servicios accesorios de cocina, lavado, etc. El número de sociedades de la Cruz Roja en Alemania es de unas 3.000.

En Prusia la Sociedad de Señoras cuenta con 1.260 sucursales y 330.000 individuos, disponiendo de un capital de 17.000.000 de marcos.

El Emperador Guillermo, creó en 1898 la medalla de la Cruz Roja.

En Inglaterra la Cruz Roja funciona con entera independencia de la organización militar, á la que auxilia en el servicio sanitario.

Dispone en el Japón de un capital de 10.000.000 de yens al año, de un magnífico hospital en Tokio, un numeroso y bien adiestrado personal de enfermeros y dos buques hospitales para transporte de heridos.

Aunque en Francia existe la Cruz Roja desde 1864, no se organizó efectivamente hasta 1884, bajo el patronato del Gobierno. Depende allí de la Dirección de Sanidad Militar y envía periódicamente informes al Ministerio de la Guerra, para darle cuenta de sus actos y darle á conocer los recursos de que dispone. Está representada en el Ministerio del Interior y en los de Guerra y Marina, por su presidente y en cada cuerpo de ejército ó región por un delegado nombrado por el Consejo Supremo de la Cruz Roja. El personal de asistencia es de elección exclusiva de la asociación, pero el nombramiento de los médicos lo ha de sancionar el Ministerio de la Guerra.

Hay, como en España, carnet de identidad y el brazal sellado.

Los fondos de la sociedad, recogidos por suscripción después de la guerra de 1870, ascendieron á 4.000.000 de francos, sin estar incluidas las cuotas en esta suma.

FOTO 004 Damas Enfermeras atendiendo a los enfermos

Las relaciones internacionales de la Cruz Roja, están reguladas por el comité internacional de Ginebra, que señala sus servicios, publica el Bulletin Internacional, que da cuenta del movimiento de todas las entidades adheridas y sirve de centro consultor y de relaciones entre las asociaciones fraternas. Cada 5 años se celebran conferencias internacionales, que han tenido lugar en Paris, Berlín, Ginebra, Karlsruhe (Alemania), Roma, Viena y San Petersburgo (Rusia).

En España, la Cruz Roja, fundada en 1884 bajo la augusta protección de SS. MM., tiene por objeto auxiliar á la Sanidad del Ejército y la Armada en tiempo de guerra (sin que su acción se ejercite paralelamente á la de aquéllas en su esfera propia, á menos de disposiciones del General en Jefe) y ejercer su benéfica acción, en todo tiempo, para socorrer desgracias y calamidades públicas, secundando la acción de las autoridades gubernativas y conforme á las instituciones de éstas.

El Gobierno ampara su existencia declarada de utilidad y beneficencia y la otorga capacidad jurídica en los actos de la vida civil, en los cuales goza del beneficio de pobreza.

La Asociación, de la cual son socios natos los individuos de la familia Real, los Prelados, los Capitanes Generales del Ejército y Armada y los Directores de Sanidad Militar, tiene para su gobierno una Asamblea Suprema que fue reorganizada quedando constituída el 17 de junio de 1915 en la forma siguiente: Jefe Supremo, S. M. el Rey Alfonso XIII (q. D. g.); Comisario Regio, Excelentísimo é Ilustrísimo Señor Don Eladio Mille Suárez; Vicepresidente, Excelentísimo Señor Don Enrique de Leguina y Vidal, Barón de la Vega de Hoz; Inspectores, Excelentísimo Señor Don Emilio Ortuño y Berté, Excelentísimo Señor Don José Mª Semprun y Pombo, Excelentísimo Señor Don Francisco Javier García de Leaniz, Excelentísimo Señor Don Joaquín Caro y del Arroyo, Contador Excelentísimo Señor Don Alfonso Barroeta y Márquez, Marqués de la Puebla de Rocamora, Tesorero, Excelentísimo Señor Don Ramón del Rivero y Miranda, Conde de Limpias, Inspector de los Servicios Médicos, Excelentísimo Señor Don Fernando Calatraveño; Secretario general Excelentísimo Señor Don Juan Pedro Criado Domínguez, Inspector general representante de la Asamblea Central de Damas, vacante actualmente este cargo por dimisión del Señor Gordón Wardhouse, que lo desempeñaba, sustituyéndole el Ilustrísimo Señor Domingo Salazar.

Hay además cuatro Inspectores generales de los Cuerpos Eclesiástico, Médico-farmacéutico, Administrativo y Técnico-obrero, un Secretario general, un Canciller y 12 Vocales. Tiene también, letrados consultores, médicos, bibliotecario, etc. Todos los servicios son gratuitos.

FOTO 005 La Reina Victoria Eugenia en el Hospital del Palacio Miramar

Existe asimismo una Asamblea Central de Señoras compuesta de una autoridad suprema y Presidenta, S. M. la Reina Doña Victoria Eugenia (q. D. g.), una Vicepresidenta General, S. M. la Reina Doña María Cristina (q. D. g.), una 2ª Vicepresidencia, diez Vocales y una Tesorera. Es inspector General, el secretario de S. M. la Reina, Ilustrísimo Señor Don Domingo Salazar; Inspector de los servicios médicos el Excelentísimo Señor Don Fernando Calatraveño (fallecido en Madrid estando en prensa esta segunda edición de “El consultor de la Dama Enfermera”.

En cada provincia funciona una comisión de caballeros y otra de señoras, que cumplen las disposiciones emanadas del Centro de Madrid y le dan cuenta de sus obras.

Las relaciones de la Cruz Roja, con la Sanidad Militar, aparte de lo que se desprende de lo anteriormente expuesto, pueden estudiarse detalladamente en su Reglamento aprobado en 18 de Febrero de 1902 y en el de Relaciones con las autoridades de marina, de 20 de Enero de 1903.

Por lo demás, son relaciones fraternales. Uno y otro organismo pertenecen á la gran familia altruista y humanitaria y como miembros de ella que viven en feliz acuerdo, juntas, trabajan en su misión de paz y alivio á los que padecen.

Desde el ilustre médico militar navarro Dr. Nicasio Landa, que fundó nuestra benéfica Asociación hasta hoy (1920), han ocupado en ella puestos de honor los médicos militares y civiles, pasando de 10.000 los que desde entonces acá han prestado á la Cruz Roja sus valiosos servicios, desempeñando muchos de ellos cargos directivos con envidiable acierto.

La Asociación de la Cruz Roja ha sido siempre poderoso auxiliar de la Sanidad Militar en campaña. Durante la de Cuba, aparte los servicios sanitarios proveyó á todos los Cuerpos expedicionarios de paquetes de curación individual, por valor de varios miles de pesetas. En las Hospederías y puestos de socorro que instaló en toda España, prestó asistencia á cientos de miles de soldados, dando á muchos los medios de ganarse la vida con los aparatos protésicos que reemplazaron á los miembros amputados.

En la campaña de África merecieron el honor de ser incluídos en las estadísticas de Sanidad Militar los hospitales de la Cruz Roja de Jerez y Valencia.

La Asociación de la Cruz Roja depende del Ministerio de la Guerra, es asimilada militar y un Jefe Supremo del Ejército ha sido y es, su Jefe. En la Asamblea Suprema tienen asiento varios Jefes superiores del Ejército y á nadie como á este interesa el objeto capital para que fué constituída, suplir á los médicos militares en la línea de combate, en las ambulancias y hospitales, en tiempo de guerra, prestándoles su concurso en tan supremos momentos.

Siempre fue la Cruz Roja protegida por el Ejército y de común acuerdo con los médicos militares ha ejercido y ejerce su misión consoladora, sin rozamiento alguno, supliendo en muchos casos, desde el sitio de Paris, á la Sanidad Militar y aun con prioridad sobre aquélla, en casos de revolución y catástrofes en el interior de las poblaciones.

Tienen en fin, las dos instituciones un mismo objeto, una misma finalidad humanitaria de paz, de caridad y de amor (2).

LA CRUZ ROJA EN SAN SEBASTIÁN

CINCUENTA AÑOS DE LA CRUZ ROJA DONOSTIARRA

FOTO 006 Casino de San Sebastián (hoy Ayuntamiento) convertido en Hospital. Damas Enfermeras de la Cruz Roja

Sor Juana Lapiera y Sor Dionisia Echeverría estuvieron en la Fundación y aún siguen cumpliendo su trabajo

Después de la batalla de Solferino (1859), el suizo Henry Dunant, publicó un folleto describiendo los sufrimientos de los heridos, abandonados a desangrarse en los campos de batalla. Esto dio origen a la formación en Ginebra, el 26 de octubre de 1863, de una sociedad en que participaron Dunant, Gustave Moynier, presidente de la Sociedad Ginebrina de utilidad pública, el general Guillaume Dufour, jefe del Ejército Suizo, y los doctores Louis Appin y Theodore Maunoir.

Aquella sociedad logró después el reconocimiento internacional del grupo. Veintiséis gobiernos les dieron su apoyo en una conferencia celebrada en Ginebra el 8 de octubre de 1864, en la que quedaron sentados los principios en que debía operar la Cruz Roja Internacional (Convención de Ginebra, al mismo tiempo que se adoptaba el emblema “una cruz griega de color rojo sobre fondo blanco; en los países musulmanes, una media luna roja en vez de la cruz; en Irán un león rojo; en Japón un sol).

Posteriormente sus fines primitivos de atender a los heridos de guerra fueron ampliados (a raíz de la postguerra en 1919) para socorrer y ayudar a las víctimas civiles de las guerras, revoluciones y catástrofes; recoger y proporcionar información sobre ellos y los desaparecidos, sin distinción de personas, nacionalidades, credos religiosos e ideologías políticas.

De la labor de la Cruz Roja Internacional todo el mundo sabe a través de sus múltiples y valiosas intervenciones en todo lugar y ante todo riesgo (2).

EN SAN SEBASTIÁN
El 16 de noviembre de 1917, el periódico “La Voz de Guipúzcoa” de San Sebastián anunciaba un nuevo curso para Damas Enfermeras. Decía así:

Cruz Roja. El primer lunes del próximo mes de Diciembre, darán comienzo los cursos teóricos para enfermeras de la Cruz Roja, en el Hospital San Antonio Abad de esta ciudad, bajo la dirección de los señores doctores de este benéfico establecimiento. A las señoras y señoritas que deseen ser enfermeras, se les ruega tengan a bien inscribirse a la mayor brevedad, en el domicilio de la secretaria, señorita Pilar Jordán de Urríes. Prim 14 (3).

FOTO 007 Damas donostiarras apoyaban con cuestaciones a la Cruz Roja 1918

1918, Noviembre, Calle Matía. Una Villa “María” no rica. Una habitación acoge 8 camas. Otras solamente una. Dos médicos, doctores Luis Egaña y Modesto Huici. Tres Hermanas de la Caridad, un enfermero y una interina. Ya funciona en San Sebastián la Cruz Roja.

La benemérita organización cumplía en nuestra ciudad sus fines de forma apacible. Pero llegó la guerra de África. La Reina María Cristina movilizó el Casino (foto 006) y allí se montaron setenta camas. La ciudad prestó su apoyo. Damas de la alta sociedad unieron sus esfuerzos a los humildes de siempre. Allí estaban en esfuerzo diario muchas mujeres donostiarras, y entre ellas dos Hermanas de la Caridad que estuvieron en la fundación y que aún prestan sus servicios cincuenta años después. Se trata de Sor Juana Lapeira y Sor Dionisia Echeverría.

Este es el historial “puede decirse tal de una vida llena de sacrificio, abnegado y silencioso de verdad, oculto en el cumplimiento del gran deber que una tiene hacia si mismo y sus creencias” de Sor Juana Lapeira.

Trabajo constante en aquella pequeña y pobre villa de la calle Matía. Cuando el hospital fue ampliado, trabajó en las caballerizas del palacio de Miramar para dejar en un día todo limpio. A los tres días la labor de limpieza permitía que se pusieran de servicio noventa camas para los enfermos de paludismo que llegaban de África en busca de curación. “En aquellas tareas de limpieza había treinta mujeres que hicieron el trabajo de setenta por poco jornal”. Trabajó en Chillardegui para abrir una dependencia capaz para veintitrés camas. Y así, día tras día…

FOTO 008 Damas Enfermeras de la Cruz Roja, San Sebastián 1937

Y llegó 1936. Sor Juana Lapeira apenas fué trasladada a Oña a montar un hospital de emergencia con 1.150 camas. Con ella viajan cuarenta enfermeras salidas de las familias más conocidas de la ciudad. También van veinte Hermanas de la Caridad. Y el trabajo queda organizado y el hospital presta sus servicios. Y así, día a día…

Hoy, “Sor Juana Lepeira –nacida en Azpeitia– continúa en su trabajo, cincuenta años después. Y no se cansa. Nunca dice que está cansada. A las cinco de la mañana ya está en pie. A las siete ya está visitando a sus enfermos. Sabe todo de cada uno de ellos. Y prepara sus comidas, sus medicinas, sus ropas... Es un constante amor a Dios, amor al prójimo”.

Sor Dionisia Echeverría, también nacida en Azpeitia, supo de todos los trabajos difíciles de la Cruz Roja en sus horas difíciles al comienzo y en las muchas áreas motivadas por la desgracia. Y sigue al ‘pie del cañón’, del cañón más pacífico y útil que existe, sin cansarse porque la alegría del deber cumplido da alas a los pies. Ella hace un trabajo sencillo, según opina. “También entre los pucheros se encuentra a Dios decía Santa Teresa”. “Y entre los pucheros encuentra Sor Dionisia a Dios momento a momento”. La Reina María Cristina siempre se acordaba de aquella cocinera. Hoy, desde las 7 de la mañana hasta las dos de la tarde, su tarea es constante. Como lo fue ayer, cada día. Sor Dionisia cocina para treinta personas. Y después de las dos va a preparar la cena. Otra vez los pucheros…

Sor Juana Lapeira y Sor Dionisia Echeverría han cumplido y cumplen. Pero precisan del reconocimiento ciudadano en estos cincuenta años de aniversario (4).

Así terminaba el artículo del Diario Vasco en la página 11 del día 29 de noviembre de 1968.

FOTO 009 Artículos del Diario Vasco de San Sebastián. 1968 y 2013

En el artículo del Diario Vasco del viernes 29 de noviembre de 2013 y firmado por el periodista Mikel G. Gurpegui, hace un recordatorio de estas magníficas enfermeras que lo dieron todo por un ideal.

1918 Cincuenta años después continuarían en activo dos hermanas de la Caridad, Juana Lapeira y Dionisia Echeverría

La sección donostiarra de la Cruz Roja nació hace 95 años. De ello vamos a hablar, pero con un salto intermedio en el tiempo, que nos ha gustado la forma en que contaban sus inicios y la vida de dos de sus impulsoras en la edición de DV del 29 de noviembre de 1968, cuando se cumplía el cincuentenario de la entidad.

«1918. Noviembre. Calle Matía. Una villa no rica. Una habitación acoge ocho camas. Otras solamente una. Dos médicos, doctores Egaña y Huici. Tres Hermanas de la Caridad, un enfermero y una interina.

Ya funciona en San Sebastián la Cruz Roja». «La benemérita organización cumplía en nuestra ciudad sus fines de moda apacible. Pero llegó la guerra de África. La reina María Cristina movilizó el Casino y allí se montaron setenta camas. La ciudad prestó su apoyo. Damas de la alta sociedad dieron sus esfuerzos a los humildes de siempre. Allí estaban en esfuerzo diario muchas mujeres donostiarras, y entre ellas las Hermanas de la Caridad, que estuvieron en la fundación y que aún prestan sus servicios cincuenta años después.

FOTO 010 Damas Enfermeras de la Cruz Roja de San Sebastián 1951

Se trata de Sor Juana Lapeira y Sor Dionisia Echeverría». «Este es el historial –¿puede decirse tal de una vida llena de sacrificio, abnegado y silencioso de verdad, oculto en el cumplimiento del gran deber que uno tiene hacia sí mismo y sus creencias?– de Sor Juana Lapeira».

«Trabajo constante en aquella pequeña y pobre villa de la calle Matía. Cuando el hospital fue ampliado, trabajó en las caballerizas del palacio de Miramar para dejar en un día todo limpio. A los tres días, la labor de limpieza permitía que se pusieran al servicio noventa camas para los enfermos de paludismo que llegaban de África en busca de curación.

“En aquellas tareas de limpieza había treinta mujeres que hicieron el trabajo de sesenta por poco jornal”. Trabajo en Chillardegui para abrir otra dependencia capaz para veintitrés camas. Y así, día a día...».

«Y llegó 1936. Sor Juana Lapeira fue trasladada a Oña a montar un hospital de emergencia con 1.150 camas. Con ella viajan cuarenta enfermeras salidas de las familias más conocidas de la ciudad. También van veinte Hermanas de la Caridad. Y el trabajo queda organizado y el hospital presta sus servicios. Y así, día a día...».

FOTO 011 Fin de Curso Damas de la Cruz Roja San Sebastián 1965. 5ª por la izquierda Pepa Urdampilleta

En 1968 decían que «hoy, Sor Juana Lepeira –natural de Azpeitia– continúa en su trabajo, cincuenta años después. Y no se cansa. Nunca dice que está cansada. A las cinco de la mañana ya está en pie. A las siete ya está visitando a sus enfermos. Sabe todo de cada uno de ellos. Y prepara sus comidas, sus medicinas, sus ropas... Es un constante amor a Dios, amor al prójimo».

«Sor Dionisia Echeverría, también nacida en Azpeitia, supo de todos los trabajos difíciles de la Cruz Roja en sus horas difíciles al comienzo y en las muchas áreas motivadas por la desgracia. Y sigue al ‘pie del cañón’, del cañón más pacífico y útil que existe, sin cansarse porque la alegría del deber cumplido da alas a los pies (...)».
Mikel Gurpegui (5).

FOTOGRAFÍAS
Fotos archivo fotográfico Manuel Solórzano
Fotos: 4, 5, 6 y7 Fotos cedidas por Kutxateka.
Foto 8 Cedida por Elena Labayen Berdonces
Foto 9 Diario Vasco de San Sebastián
Foto 10 Cedida por Mercedes Alustiza Ugarte y Teresa Artiz
Foto 11 Cedida por Pepa Urdampilleta Lasa
Foto 12 Cedida por Javier Labayen Berdonces
Foto 13 Manuel Solórzano


FOTO 012 El Gran Casino de San Sebastián, Hospital de Sangre. Damas Enfermeras de la Cruz Roja, 1934, 1935, 1937

AGRADECIMIENTOS
Frantxi López Landache. Biblioteca Koldo Mitxelena
Raúl Expósito González
Mikel G. Gurpegui. Periodista
Kutxabank y Kutxateka
Elena Labayen Berdonces
Diario Vasco de San Sebastián
Mercedes Alustiza Ugarte y Teresa Artiz
Pepa Urdampilleta Lasa
Javier Labayen Berdonces
Unidad de Infecciosos del Hospital Universitario Donostia

FOTO 013 Premio concedido en la XVIII Cena Anual de Navidad, de Diplomados de Enfermería del Colegio Oficial de Enfermería de Gipuzkoa, celebrado en el Hotel de Londres e Inglaterra el día 20 de Diciembre de 2013. Supervisora Puri Tena

BIBLIOGRAFÍA
(1) Nicasio Landa y Álvarez del Carvallo (11/X/1830 - 11/IV/1891) nació y falleció en Pamplona. Fué médico militar y es principalmente recordado por haber asistido en Ginebra, junto con Joaquín Agulló, VI Marqués de Ripalda, el 25 de octubre de 1863 a la fundación de la “Sociedad Universal de Socorro a Militares Heridos en Campaña”, que luego se conoció como “Cruz Roja Internacional”. El 5 de julio de 1864 funda en Pamplona la “Cruz Roja Española” que intervendrá en la atención a los heridos en la batalla de Oroquieta, el 4 de mayo de 1872 durante la III Guerra carlista. Landa fue un precursor de lo que serían los derechos humanos y merece atención como etnógrafo pionero, así como notable epidemiólogo. Médico Oficial de epidemias de Navarra, afrontó la del cólera (1854 - 55) y como especialista de la fiebre amarilla en Canarias en 1863.

(2) Capítulo 1º, del libro del fondo de Reserva de la Biblioteca de San Sebastián Koldo Mitxelena: EL CONSULTOR DE LA DAMA ENFERMERA. Elena Sánchez de Arrojo. Con prólogo del Dr. Calatraveño. 2ª edición. Guadalajara. Imprenta del Colegio de Huérfanos de la Guerra 1920.

(3) El 16 de noviembre de 1917, el periódico “La Voz de Guipúzcoa” de San Sebastián anunciaba un nuevo curso para Damas Enfermeras.

(4) Artículo del Diario Vasco en la página 11 del día 29 de noviembre de 1968, titulado: Cincuenta años de la Cruz Roja donostiarra.

(5) Artículo del Diario Vasco del viernes 29 de noviembre de 2013 y firmado por el periodista Mikel G. Gurpegui, titulado: 1918 Cincuenta años después continuarían en activo dos hermanas de la Caridad, Juana Lapeira y Dionisia Echeverría.

AUTOR:
Manuel Solórzano Sánchez
Enfermero. Hospital Universitario Donostia de San Sebastián. Osakidetza /SVS
Colegiado 1.372. Ilustre Colegio de Enfermería de Gipuzkoa
Miembro de Enfermería Avanza
Miembro de Eusko Ikaskuntza / Sociedad de Estudios Vascos
Miembro de la Red Iberoamericana de Historia de la Enfermería
Miembro de la Red Cubana de Historia de la Enfermería
Miembro Consultivo de la Asociación Histórico Filosófica del Cuidado y la Enfermería en México AHFICEN, A.C.
Miembro no numerario de la Real Sociedad Vascongada de Amigos del País. (RSBAP)

domingo, 15 de diciembre de 2013

MANUAL PRÁCTICO DE ASISTENCIA A ENFERMOS. SIERVAS DE MARÍA 1920



Propiedad de las Siervas de María

La Congregación de las Siervas de María Ministras de los enfermos, tiene por objeto principal asistir a domicilio, gratuita y esmeradamente, a los enfermos de ambos sexos en toda clase de enfermedades, vivan en una choza como el pordiosero, o en un palacio como el potentado; asistiendo a todos igualmente, y no viendo en ellos mas que la representación de Jesucristo. Desde su fundación viene desempeñando su caritativa misión a satisfacción del vecindario de la Corte.

La nueva Carrera precisaba de unos estudios y de unos libros para poderlo hacer. Así con el gran interés que ponía esta congregación en la preparación de sus enfermeras realizaron una publicación de sus propios manuales que recogían todas las materias estudiadas, creando en 1920 el “Manual práctico de Asistencia a Enfermos”, impreso en la imprenta de Julio Cosano en Madrid. En 1928 se vuelve a realizar el mismo “Manual práctico de Asistencia a Enfermos”, impreso por Editorial Ibérica, Alburquerque nº 12, Madrid. El libro tiene 368 páginas, detallando el índice y las lecciones que en él están descritas.

FOTO 001 Manual práctico de Asistencia a Enfermos 1920

EL MANUAL PRÁCTICO DE ASISTENCIA A ENFERMOS

ÍNDICE

PROEMIO

LECCIÓN 1. Esqueleto. Partes de que se compone y modo de unirse o articularse éstas.

LECCIÓN 2. Músculos. Idea de la agrupación muscular en su relación con el esqueleto. Aponeurosis. Funciones de los músculos.

LECCIÓN 3. Disposición general del aparato circulatorio y funciones del mismo.

LECCIÓN 4. Sistema nervioso. Partes que lo constituyen y sus funciones.

LECCIÓN 5. Aparato digestivo. Partes de que consta y funcionamiento de cada una de ellas. Alimentos y su clasificación.

LECCIÓN 6. Aparato respiratorio. Partes de que consta y sus funciones. Composición del aire atmosférico.

LECCIÓN 7. Secreciones. Urinaria, sudoral, sebácea, salival y lagrimal. Cómo se efectúan y aparatos en que se verifican.

LECCIÓN 8. Órganos de los sentidos. Aparato ocular y visión.

LECCIÓN 9. Aparato auditivo y audición.

LECCIÓN 10. Aparato olfativo y olfacción.

LECCIÓN 11. Aparato gustativo y gustación.

LECCIÓN 12. Piel y sus funciones

LECCIÓN 13. Cualidades físicas, morales e intelectuales de la enfermera en general.

LECCIÓN 14. Deberes de la enfermera y obligaciones que ha de cumplir, tanto cuando se trate de enfermos particulares en su domicilio como la asistencia que preste a los que se albergan en las salas de los hospitales.

LECCIÓN 15. Infección y desinfección. Sepsia, asepsia y antisepsia. Microorganismos infecciosos. De los desinfectantes en general.

LECCIÓN 16. Precauciones sanitarias que se deben tomar contra las enfermedades contagiosas. Fiebre tifoidea, cólera, tifus exantemático, difteria.

LECCIÓN 17. Enfermedades eruptivas. Viruela, sarampión, escarlatina. Sueros y vacunas.

LECCIÓN 18. Tuberculosis. Cuidados profilácticos que requiere, según se trate de tuberculosis abierta y cerrada. Indicaciones urgentes que ha de llenar la enfermera encargada de la asistencia de un tuberculoso, principalmente en los casos de hemoptisis.

LECCIÓN 19. Transporte de los enfermos contagiosos. Desinfección de los locales y de las ropas. Aparatos más comunes en uno y otro caso.

LECCIÓN 20. Reglas generales que debe tener presente la enfermera en los casos en que sea necesaria la intervención judicial con motivo de cualquier incidente ocurrido al enfermo que cuiden o personas que le rodean. Cuando se trate de un herido. Cuando sea cuestión de un intoxicado. Cuando se trate de una persona muerta.

FOTO 002 Laboratorio lámina en blanco y negro 1920

LECCIÓN 21. Primeros cuidados que se deben prestar a los intoxicados. Síntomas y antídotos de los principales envenenamientos.

LECCIÓN 22. Asfixia. Por sumersión, sofocación, gases irrespirables, etc. Respiración artificial en estos casos.

LECCIÓN 23. Cuerpos extraños en la garganta, esófago, laringe, oído, nariz, ojos, etc.

LECCIÓN 24. Accidentes sobrevenidos por insolación, fulguración y congelación somática o local.

LECCIÓN 25. Cuidados que se deben prestar a las personas víctimas de un síncope, lipotimia, coma o convulsiones.

LECCIÓN 26. Cuidados especiales del recién nacido. Lactancia natural, artificial, y mixta. Asfixia del recién nacido. Eclampsia.

LECCIÓN 27 Signos por los cuales se comprueba la certidumbre de la muerte. Señales que hacen suponer se trata sólo de una muerte aparente. Deberes que tiene que cumplir la enfermera en caso de defunción de la persona a que presta sus cuidados.

LECCIÓN 28 Vómito. Sus variedades, atendiendo a su frecuencia y su composición. Lavado de estómago, sus indicaciones y modo de realizarlo. Extracción y conservación del contenido gástrico destinado a análisis. Diarrea: sus variedades. Modo de recoger y conservar el material expulsado por vómito y evacuación intestinal destinado a análisis. Enema e irrigaciones. Modo de hacerlas. Bacinillas. Sus variedades.

LECCIÓN 29 Dolores cólicos. Variedades y modos de moderarlos, según su naturaleza. Modo de aplicar el frío y el calor sobre el vientre para moderar el dolor o disminuir la inflamación. Ictericia: qué es y dónde empieza a manifestarse. Hidropesía: en qué consiste.

LECCIÓN 30 Disfonía o ronquera; afonía, polipnea y dispnea. Tos y expectoración. Modo de recoger y conservar la expectoración para apreciar sus caracteres fisicoquímicos y examinarlo histológicamente y bacteriológicamente. Escupideras. Variedades y modo de limpiarlas y desinfectarlas. Dolor de costado: modo de moderarlo.

LECCIÓN 31 Pulso y modo de tomarlo. Taquicardia y bradicardia. Arritmia. Anhelación o fatiga: sus variedades. Palpitaciones: Colapso cardiaco. Conducta de la enfermera en estos accidentes. Edema: en dónde suele iniciarse y modo de descubrirlo en sus comienzos.

LECCIÓN 32 Cantidad de orina en veinticuatro horas. Modo de recoger la orina, para poder expresar la cantidad de veinticuatro horas y el ritmo urinario. Modo de conservar la orina destinada a análisis. Retención y anuria. Albuminuria: cómo se conoce, y uso del albuminómetro de Esbach. Uremia: fenómenos que la anuncian y síntomas por que se manifiesta. Conducta de la enfermera ante un caso de uremia.

LECCIÓN 33 Dolores. Empleo de los calmantes. Manera de hacer una inyección hipodérmica y circunstancias en que se podrá hacer una de morfina. Parentesias y anestesias. Conducta de la enfermera ante un ataque convulsivo generalizado. Parálisis: sus variedades. Reeducación de los movimientos.

LECCIÓN 34 Delirio: sus variedades. Conducta de la enfermera ante un delirante. Medios coercitivos de los delirantes y circunstancias en que deben emplearse. Afasia: en qué se diferencia del delirio. Apoplejía: en qué se diferencia del coma, y sus variedades. Dolores de cabeza: variedades. Manera de aplicar el frío y el calor sobre la cabeza y columna vertebral. Técnica de la sangría.

LECCIÓN 35 Anemia aguda: cuándo se produce. Técnica de la inyección de suero artificial. Hemorragias médicas: epistaxis, gastrorragia, enterorragia, hemoptisis, hematuria y púrpura. Modo de conocerlas y conducta de la enfermera anta cada una de ellas.

LECCIÓN 36 Fiebre. Modo de apreciarla. Formación de gráficas y circunstancias que se pueden consignar en una gráfica. Variedades de fiebre: dependientes de infecciones locales o sintomáticas y dependientes de infecciones generales o idiopáticas. Fiebres continuas y fiebres intermitentes. Fiebres de supuración.

LECCIÓN 37 Higiene de los febricitantes. Medios físicos para moderar la fiebre: aireación continua y modo de realizarla, afusiones y enemas refrescantes, balneación y su técnica.

LECCIÓN 38 Enfermedades contagiosas de nuestros climas. Conducta de la enfermera ante cada una de ellas. Profilaxis de la infección y modo de realizarla. Participación de la enfermera en esta función médica tan importante.

LECCIÓN 39 Limpieza de las cavidades bucal y nasofaríngea en las infecciones, para evitar complicaciones. Idem de la rectal y vaginal: modo de realizarlas. Modo de evitar las úlceras por decúbito en las enfermedades y de tratarlas cuando se presenten.

LECCIÓN 40 Medios antisépticos y materiales de curación más empleados en Cirugía.

LECCIÓN 41 Medios prácticos de realizar la asepsia para las curas de urgencia.

LECCIÓN 42 Exposición de los medios de realizar la medicación revulsiva por la acción medicamentosa.

LECCIÓN 43 Anestesia general por el cloroformo y el éter. Técnica de su empleo. Accidentes anestésicos, y medios de combatirlos.

LECCIÓN 44 Anestesia local. Medios físicos y químicos para obtenerla, y medios de aplicación. Accidentes y medios de combatirlos.

LECCIÓN 45 Medios accesorios de curas. Embrocaciones, fricciones, pulverizaciones, fomentos, cataplasmas.

LECCIÓN 46 Cauterización por medios físicos.

LECCIÓN 47 Emisiones sanguíneas. Medios de realizar las emisiones locales y generales.

LECCIÓN 48 Hemostasia. Medios más empleados para la cohibición de una hemorragia.

LECCIÓN 49 Hemostasia por taponamiento de las fosas nasales y de la cavidad rectal.

LECCIÓN 50 Del amasamiento. Variedades del masaje y modos de aplicación en las distorsiones, afecciones articulares, musculares, fracturas y paredes del abdomen.

LECCIÓN 51 Respiración artificial. Casos de indicación y procedimientos para realizarla.

LECCIÓN 52 Tratamiento de las quemaduras en sus diferentes grados.

LECCIÓN 53 Inyecciones hipodérmicas de sueros artificiales y específicos. Técnica y su aplicación.

LECCIÓN 54 Preparación y técnica de las curas asépticas y antisépticas.
FOTO 003 Biberones para la lactancia artificial de los bebes

LECCIÓN 55 Vendajes más usados para cabeza y cuello.

LECCIÓN 56 Vendajes más usados para el tórax y abdomen.

LECCIÓN 57 Vendajes más usados para los miembros torácicos y abdominales.

LECCIÓN 58 Accidentes primitivos en los operados. Colapso, vómito, dolor, hemorragia, retención de orina y medios de tratamiento.

LECCIÓN 59 Síntomas de mayor gravedad en los operados en la cabeza. Tratamiento de los mismos.

LECCIÓN 60 Síntomas de mayor gravedad en los operados en el cuello y medios de tratamiento.

LECCIÓN 61 Síntomas de mayor gravedad en los operados en el tórax.

LECCIÓN 62 Síntomas de mayor gravedad en los operados en el abdomen.

LECCIÓN 63 Preceptos generales sobre los cuidados que exigen los enfermos del aparato visual y condiciones físicas de la enfermera. Instalaciones, baños y lavatorios oculares. Vendajes especiales. Su división. Asepsia y antisepsia ocular. Instrumentos y prácticas más usuales en oftalmología. Esterilización de los instrumentos.

LECCIÓN 64 Asistencia a procesos sépticos y asépticos en otología. Prácticas más usuales (masaje, cateterismo, irrigaciones directas e invertidas, instilaciones, etc.). Complicaciones más frecuentes en los operados, y datos que debe tener presente la enfermera para llegar a la presunción de las mismas. Apósitos y vendajes especiales. Instrumental; su esterilización.

LECCIÓN 65 Vigilancia especial para los operados de la faringe y boca. Hemorragias y medios utilizables por la enfermera para cohibirlas. Intubación laríngea. Operados laríngeos y traqueales. Asistencia a los mismos. Detalles técnicos que exigen estos operados. Prácticas generales (pulverizaciones, inhalaciones, insuflación). Idea general de la broncoscopia y esofagoscopia.

LECCIÓN 66 Funcionamiento de las fosas nasales y de los senos que las limitan. Epistaxis espontánea y quirúrgica. Vigilancia especial para cada una de ellas. Taponamiento. Irrigación, inhalación, insuflación, vaporización. Aparatos especiales para cada una de ellas. Instrumental para la cura de urgencia. Preceptos generales para su esterilización.

LECCIÓN 67 Régimen dietético. Su definición y divisiones. Enteroclisis, enemas, supositorios, etc. Masaje y técnica del mismo con relación al aparato digestivo. Purgantes. Caracteres visuales de los excrementos y su división. Vómito. Forma del mismo y medios coercitivos. Limitación de la región en las inyecciones hipodérmicas.

LECCIÓN 68 Orina. Su cantidad y cualidades macroscópicas. Trastornos generales acaecidos en el organismo por la perturbación de la función de estos órganos. Cuidados especiales que exigen estos enfermos. Asepsia del instrumental, etc.

LECCIÓN 69 Procesos dermatológicos, agudos y crónicos. Vigilancia y cuidados que exige la asistencia de los primeros. Precauciones inherentes a la asistencia de estos enfermos, según el proceso sea o no contagioso. Medicación tópica. Su descripción y variedades. Precauciones para su aplicación y circunstancias generales que pueden modificar su empleo.

LECCIÓN 70 Concepto general de los enfermos mentales y nerviosos. Apreciaciones sintomáticas que debe observar cuidadosamente la enfermera. Condiciones especiales para este cargo (morales, físicas, personales y de carácter intelectual). Vigilancia.

Intentaremos escribir las lecciones que me parecen diferentes a otros Mauales

LECCIÓN XIII
Cualidades físicas, morales e intelectuales de la enfermera en general
Como el enunciado de esta lección expresa, la enfermera debe reunir una serie de condiciones, que afectan a su parte física, a su parte moral y a la intelectual.

Por lo que se refiere a la parte física de la mujer que vaya a dedicarse a cuidar enfermos, fácilmente se comprende debe reunir las dos condiciones siguientes: ser sana y ser robusta. Sana debe ser por conveniencia propia y por la del enfermo, pues aparte que resultaría paradójico que intentase dar salud quien no la tiene, sería doblemente expuesto, pues si su constitución era enfermiza, con gran facilidad podría germinar en su organismo alguna enfermedad, que las condiciones de poca higiene en este género de vida, junto con su temperamento débil, favorecerían en extremo, Con respecto al enfermo, temerario sería relacionado de un modo estrecho con nadie que no fuese muy sano. Pues si todos, por la simple convivencia sólo, nos somos nocivos al tenernos que repartir el aire que aspiramos y al exhalar en él productos que nunca benefician, por sano que se esté, es natural que más ha de perjudicar la vecindad de una persona enferma o poco menos, que está irradiando productos desechables de su organismo, tal vez mezclados con agentes morbosos.

FOTO 004 Enfermera Sierva de María

Si no siempre, en muchas ocasiones le será necesario a la enfermera recurrir a sus fuerzas, en momentos determinados de la asistencia a sus enfermos, En epilépticos, durante sus ataques; en muchos operados y heridos, en paralíticos, en convalecientes, etc., ha de auxiliar con vigorosa fuerza, levantar, transportar o ayudar en sus débiles movimientos a todos estos enfermos.

Dentro de las condiciones físicas entran la integridad de los sentidos. La vista, el oído, el olfato y el gusto a cada instante habrá de ponerlos en juego la asistenta al enfermo. Cuanto más despiertos posea sus sentidos, en mejores condiciones se ha de encontrar para ver al enfermo y cuanto le rodea, oír sus quejas, sus avisos, examinar con el olfato, y a veces con el gusto, cuanto le sirva; en fin, estar en todos los detalles, para los cuales son auxiliares tan grandes los sentidos íntegros.
Son tantas las virtudes morales que debe poseer para el buen desempeño de su tarea, que sería temeridad reducirlas a número, pues en su constante labor, encontrará necesidad ora de unas, ora de otras, y aunque excepcionalmente se encuentran todas reunidas en una persona, con todo, si verdaderamente ama su vocación, procurará adquirir aquellas que más le faltan y cultivar las que ya posee; Las condiciones morales son tal vez las más importantes, debiendo rivalizar siempre la bondad con la discreción y prudencia, procurando con tino especial que el doliente no lleve a cabo determinaciones ,que, nacidas de caprichos poco razonables, le pudiesen perjudicar.

El papel intermedio que la enfermera ha de llenar entre el médico y el paciente exige de ella que sea obediente y tenga, buena memoria, pues necesita cumplir con exactitud el plan que prescriba el médico, al mismo tiempo que, observando los resultados de las funciones que ella ejecute, los anote, mejor que nada, para que de un modo ordenado pueda dar exacta cuenta al médico de cuanto ocurrió al enfermo durante el tiempo que a ella le fué encomendado.

Otra condición importante para toda la que se consagre a cuidar enfermos es la limpieza, punto es éste que, por muy extremada que se muestre la, enfermera, nunca ha de resultar exagerado. Cuidará de la limpieza de ella, de la del enfermo y de cuantos utensilios use antes y después de servirse de ellos el mismo. Respecto a las condiciones intelectuales, creo son las menos importantes en esta profesión, una buena voluntad podrá suplir, y tal vez exceder, mucha disposición mal aprovechada.

La enfermera que, obediente siempre a las instrucciones del médico, ponga su celo en llevarlas a cabo de la manera más semejante a como las oyó, de un modo ordenado, en ocasiones pronta, pero nunca azarosa, con atenta energía y mucha pulcritud, llenará por completo su noble profesión.

LECCIÓN XIV
Deberes de la enfermera y obligaciones que ha de cumplir tanto cuando se trata de enfermos particulares en su domicilio como de la asistencia que preste a los que se albergan en las salas de los hospitales.

El deber de la enfermera es cuidar enfermos. Muy amplio es el significado de estas palabras: ¡Cuidar enfermos! Dentro de él se encierra una infinidad de funciones, que la enfermera ha de estar pronta a ejecutar.

La asistencia al enfermo necesita, para cumplirla bien, conocer quien es aquél y darse cuenta del papel que a la enfermera corresponde. El enfermo es un ser de extremada delicadeza, que encierra en su cuerpo una lucha, llevada a cabo, de un lado, por su dolencia, y del otro, por su organismo, que tiende a recobrar la salud. Cuando así no es posible, el enfermo resiste más o menos, y al fin, muere.

Se comprenderá la transcendencia que para estos seres ha de tener el riguroso cumplimiento de cuantas prescripciones estén indicadas para sanarles.

Cuando una enfermera sea llamada para asistir a uno o varios enfermos, irá a encargarse de ellos llevando su uniforme, que generalmente consiste en blusa, delantal y gorro, de tela blanca lavable, zapatillas, o algunas veces calzado impermeable. Tan pronto como quede encargada del enfermo, se pondrá aquellas diversas prendas, se orientará en las habitaciones que constituyan la enfermería y las despojará de cuantos muebles u objetos innecesarios haya en ellas. En muchas ocasiones se encontrará la enfermera con múltiples inconvenientes para llevar a cabo todas estas determinaciones, así como para encontrar el medio que, a modo de ensayo de modelo, vamos a describir, de enfermería, en una casa particular. En todos estos casos procurará la enfermera, siempre con buen sentido, aproximarse, hasta donde sea posible, al ejemplo siguiente:

FOTO 005 Material para irrigaciones

Podría constar la enfermería en un domicilio particular de dos habitaciones: una, la alcoba del enfermo, cuanto más espaciosa, mejor, con balcón o ventada (la ventilación de esta alcoba, directamente, por medio de un balcón, o de un modo indirecto, procediendo de alguna habitación contigua, estará bajo la dirección del médico), y en la que no convienen más muebles que la cama del enfermo, una mesa de noche, donde podrá tenerse algún objeto de uso constante: por ejemplo, una escupidera de mano, y un lavabo, que debe poseer una pastilla de jabón antiséptico, sublimado, ácido fénico, etc., y un frasco de agua de colonia. La otra habitación, contigua a la alcoba, puede contener un armario, donde se hallarán los diferentes utensilios de uso del enfermo, unos (como los necesarios para su alimentación), comunes a toda clase de enfermos; otros, distintos, según sean los enfermos de medicina; ejemplo: posiciones, sellos, píldoras, ventosas, etc., o de cirugía, bandejas para instrumentos quirúrgicos. algodón, gasas, etc., una mesita con mantel blanco, pulcramente limpio, y una butaca o diván, que sirva de cómodo asiento a la enfermera.

Salvo determinados casos, aquélla permanecerá en la habitación contigua a la alcoba, entrará en ésta, donde convendrá no haya otra persona que el enfermo. de cierto en cierto tiempo, según la enfermedad y estado de gravedad; respetará su descanso, y si necesario fuese, le hará tomar cuantas medicinas y alimentos le hayan sido prescritos. Observará su temperatura que inscribirá en una gráfica (que todo enfermo debe tener a la cabecera de su cama), cuantas veces fuesen precisas, y, en fin, hará todo lo que le haya ordenado el médico.

Para su mejor gobierno, la enfermera debe tener siempre a mano una lista, en la que, siguiendo el curso del día, tendrá anotado cuanto tenga que hacer con el enfermo, desde el mismo momento en que el médico haya hecho su última visita hasta la próxima inmediata.

Cuantas veces se ocupe en faenas del enfermo, deberá lavarse las manos escrupulosamente, lo mismo que al terminar su guardia (que se lavará y desinfectará las mismas), dejando su uniforme en la clínica o casa del enfermo.

En cada visita del médico le dará la enfermera cuantos datos del paciente hayan sido observados por ella, muy particularmente los resultados del cumplimiento de los encargos de la anterior visita. Las guardias debieran ser de ocho horas diarias. No sucede casi nunca tal cosa, sino que llegan a doce, catorce y hasta veinticuatro horas seguidas al lado del enfermo. Durante el día de guardia ideal, la de ocho horas, la enfermera debe pasear de dos a cuatro horas y dormir de siete a ocho. Igual hará en los días de sus guardias de a doce horas. Cuando excedan de este tiempo en el mismo día, no debe repetirla al siguiente, pues lo menos ha de pasar fuera del cuidado del enfermo tanto tiempo como el que permanezca a su lado.

FOTO 006 Material para poner inyecciones

Aparte de las obligaciones facultativas que acabamos de indicar, tiene la enfermera también deberes de administración doméstica, que, en lo que se refiere al enfermo, ha de cumplir, y que siendo de ocupación diaria de la mujer, en general, no vamos a tratar.

En los hospitales, sanatorios o cualquier otra clínica general (clínica general se llama casi siempre a la reunión de un número de enfermos, todos en una misma sala), las obligaciones de la enfermera son muy semejantes a las indicadas para los enfermos que se asisten en su domicilio. Con cada uno de los enfermos de la sala de su cargo cumplirán escrupulosamente cuanto hemos dicho con referencia al enfermo particular, sin establecer la más mínima diferencia entre unos y·otros; antes al contrario, el enfermo del hospital, dotado de menos medios económicos, tal vez ninguno, a veces sin familia siquiera, necesita de la ayuda de todos. Con el fin tan humano de que estos seres tan desgraciados se encuentren recogidos y atendidos en medio de sus dolencias, la sociedad sostiene los hospitales. Inmoral en extremo sería que en estos establecimientos, creados para tan hermosos fines, no pudiese encontrar el enfermo pobre, al mismo tiempo que alivio o cura de sus dolencias, consuelo en sus tristes infortunios. Aquí, la labor de la enfermera puede ser de gran utilidad. Siendo una de las personas que más tiempo ha de estar al lado de estos enfermos, puede poner mucha parte en llenar el vacío que existe en la vida miserable de muchos de estos desgraciados. Y así, ejerciendo a un mismo tiempo los deberes profesionales de la enfermera y los familiares de la mujer caritativa, que sabe sustituir a la familia que no existe, curará con cariño. Y cuando sus esfuerzos, no llegando a alcanzar el premio merecido a tanta abnegación, sean insuficientes, y el enfermo empeore y llegue a la hora postrera, entonces la enfermera, del que por no tenerlos se considera hermana, cuidará que no marche del mundo sin haber recibido los últimos auxilios, que deben confortar a toda alma cristiana.

LECCIÓN XVI
Precauciones sanitarias que se deben tomar contra las enfermedades contagiosas. Fiebre tifoidea. Cólera. Tifus exantemático. Difteria.

Se llaman enfermedades contagiosas aquellas que pueden propagarse de unas personas a otras. Las enfermedades contagiosas pueden ser endémicas y epidémicas. Endémicas son las que existen constantemente en el sitio que habitamos, como la tuberculosis; epidémicas, las que sólo se presentan de tiempo en tiempo, transcurriendo en el intermedio mayores o menores lapsos de tiempo sin que haya caso alguno, como el cólera, la peste bubónica, etc. En la mayor parte de las enfermedades contagiosas endémicas, se ven de cuando en cuando períodos en que hay mucho mayor número de casos que los que existen normalmente, y entonces solemos decir que tenemos una epidemia de aquella enfermedad, a pesar de existir siempre algún caso de la misma, es decir, de ser endémica.

Las enfermedades infecciosas tienen dos clases de síntomas: generales, como la fiebre, dejadez o astenia, física e intelectual, etcétera, y especiales, como la angina membranosa en la difteria, las petequias en la fiebre tifoidea, etc. Los primeros síntomas afectan a todas las enfermedades infecciosas, y salvo ligerísimas variantes, entran todos ellos a formar parte del cuadro sintomático de cualquier enfermedad infecciosa. Los síntomas especiales pertenecen ya particularmente a cada enfermedad, y son en los que nos fundamos para distinguir unas afecciones de otras.

Del mismo modo que las enfermedades infecciosas, tienen esas dos clases de síntomas; para preservarnos de ellas, también necesitamos dos clases de precauciones: unas generales o comunes a toda enfermedad infecciosa, y otras particulares para cada una de ellas.

FOTO 007 Aparatos para desinfección y diferentes termómetros

Las enfermedades contagiosas son producidas por microbios, y verificando éstos su propagación por contacto, hemos de prevenirnos mucho más en los puntos que, por ser más débiles, eligen de nuestro organismo para mejor atacarnos y penetrar por ellos.

Las zonas de menos resistencia al ataque de las bacterias son las mucosas. Por la piel íntegra no penetran los microbios; pero los sitios que están desprovistos de su capa epidérmica son puertas abiertas a la infección. De modo que, teniendo esto en cuenta, podemos pensar que, en general, se valen los microbios para entrar en nuestro organismo de una de las siguientes vías: primero, de la digestiva, ingiriéndoles, caso más común; segundo, por contacto, bien sea con las mucosas, que es lo que sucede más frecuentemente, bien con la piel desnudada de su epidermis, caso menos frecuente que el anterior, y tercero, aspirándoles y penetrando por la mucosa del árbol respiratorio, toda vía más raro que el caso precedente, por existir poquísimas veces microbios en la atmósfera, siendo necesario para esto que esté viciada por polvo, por acabar de sacudir ropas o utensilios infectos o cualquier otra condición que haya infectado recientemente el aire que respiramos.

Puede comprenderse la importancia tan grande que tiene cuantos medios pongamos en la destrucción de microbios, único modo que tenemos para que no lleguen a nosotros, por cualquiera de los caminos que hemos enumerado.

Precauciones sanitarias generales contra toda enfermedad contagiosa. Fundándonos en los preliminares que en esta lección van expuestos, se puede decir que la mejor precaución sanitaria contra las enfermedades contagiosas es la desinfección, función esta que ha de ir precedida, acompañada y seguida del aislamiento de la limpieza y de la ventilación. Si no precediéramos el aislamiento a la desinfección, ésta nunca sería total, porque sin aislamiento, las bacterias continuamente serían propagadas en innumerables sentidos.

El aislamiento ha de ser absoluto, es decir, se hará un apartamiento completo del enfermo y de cuantas personas y objetos (reducidos unas y otros al menor número posible) con él se relacionen.

Para cuanto con la habitación donde el infeccioso se encuentre se relacione, nos atendremos a lo dicho en la lección XIV. Al entrar en ella, la enfermera cubrirá su vestido con una blusa, cerrada lo más posible por cuello y mangas, y larga hasta los pies, de la que no se despojará hasta el momento de abandonar al enfermo, y con la que nunca saldrá de la habitación donde ambos se encuentren, para evitar la infección que con ella pudiese llevar por cuantos sitios pasara.

Los distintos enseres para uso del enfermo no se destinarán a ningún otro, y para su limpieza se guardará el más severo apartamiento de los utilizados por las personas sanas; así, las tazas, cucharas, platos, etc., de uso repetido en el día, se lavarán por separado en un recipiente especial, desinfectando, al acabar, éste y el agua que nos sirvió para tal caso con cualquiera disolución antiséptica antes de vaciarle en el agua corriente.

La ropa blanca de cama, paños, pañuelos, blusa de la enfermera, etc., también se tendrá en una colada con fuertes antisépticos, como el sulfato de cobre al 5 por 100. Los colchones, mantas, almohadas y ropa exterior se llevarán a desinfectar, en grandes sacos de hule y coches especiales, a la estufa de desinfección (en Madrid, en el Laboratorio Municipal). La habitación del enfermo se lavará: el suelo, con paños empapados en agua sublimada al 1 por 1.000 y las paredes, muebles (los sencillos e indispensables que en la lección XIV dijimos sólo se dejaran en ella) podrán pulverizar se con formalina:

Solución antiséptica y desinfectante.

Formol                                                                   30 gramos
Eucaliptol                                                               20 gramos
Alcohol de 95º                                                     300 gramos
H. s. a. y dilúyase una cucharada grande en 300 cc. de agua destilada.
Para pulverizaciones. VENENO

Una vez que el enfermo abandona la habitación, ésta se debe desinfectar escrupulosamente, junto con cuantos muebles y objetos existan en ella. Podemos hacerla con azufre, cerrando herméticamente todas las aberturas que tenga la habitación, para que no se escape el gas (anhídrido sulfuroso que resulta de la combustión de dicho azufre). Se quema en medio del recinto, en un aparato incombustible, 50 gr. de f1or de azufre por metro cúbico de cavidad, y se tiene cerrada cuarenta y ocho horas, pudiendo al cabo de ellas abrir, ventilar y limpiarla, con lo que quedará desinfectada.

Por último, la enfermera nunca exagerará cuanta limpieza emplee en su persona. Aparte del cambio de ropa dicho, al principiar y concluir cada día la asistencia del enfermo contagioso, lavará sus manos con un jabón antiséptico, fenicado, por ejemplo, cuantas veces toque al paciente o a objetos contaminados de uso del mismo. Si en ocasiones se ensuciase las manos con substancias muy infecciosas, recurrirá al cepillado de las mismas (las uñas sobre todo) con agua hervida caliente, seguido de enjuagado y una loción en ellas de alcohol rectificado.

FOTO 008 Respiración artificial

La limpieza facilita la desinfección, y es un complemento de ella. Fácilmente se puede comprender que en un objeto contaminada, ejemplo, una escupidera llena de esputos de un tuberculoso, ropa manchada con deyecciones de un colérico, habrá que desinfectar previamente una y otra; después se lavará, y. finalmente, antes de guardar aquélla para su nuevo uso o de planchar la última, se las someterá a una nueva desinfección, hirviendo o f1ameando, según de la materia que sea la escupidera, o sumergiendo en alguna disolución antiséptica la ropa.

En otras ocasiones, casi nos basta el lavado, o no disponemos de otros medios que este, y con él nos preservamos de alguna enfermedad; así, después de explorar un enfermo colibacilar (colibacilos, infección intestinal parecida a la tifoidea, pero algo más atenuada), en muchas ocasiones no hacemos más que lavarnos las manos con agua y jabón, y aunque con esta operación no nos despojamos de todos los bacilos que podamos llevar en las mismas, al quedarnos con muchos menos, se evitará la infección en la mayor parte de los casos, por no quedar suficiente número de microbios para producirla.

La ventilación es otro de los medios de que disponemos para luchar contra las infecciones. De dos maneras nos aprovechamos de este precioso agente en la lucha contra las enfermedades contagiosas: primero, poniendo en mejores condiciones al enfermo para defenderse de los microorganismos que le atacan, porque llevando la renovación del aire nuevas cantidades de oxígeno, al asimilárselo el enfermo, le darán más vigor para mejor resistir y, tal vez vencer, al causante de su dolencia; segundo, porque existiendo gran número de microbios, que se desarrollan más fácilmente en atmósferas poco ventiladas, cargadas de anhídrido carbónico y demás desechos eliminados por la respiración, se atenuará la virulencia de aquéllos sometiéndoles a la acción purificante del oxígeno que lleva el aire nuevo.

Cuando, además, la ventilación va acompañada de la soleación, la desinfección se verifica con mayor energía, por ser el sol, que tan imprescindible nos es para vivir, uno de los mayores bactericidas.

Precauciones sanitarias especiales para cada enfermedad contagiosa en particular. Para guardar bien las precauciones que debamos tomar contra cada enfermedad contagiosa en particular, nos convendría conocer el microbio que la produce, los sitios del cuerpo humano donde él habite, para desinfectar escrupulosamente cuantos objetos, humores y secreciones se pongan en contacto con ellos, por ser los principales portadores de los microbios, y su vía de introducción en el cuerpo humano. para prevenir su arribo a nuestro organismo.

Fiebre tifoidea.-Produce esta enfermedad el bacilo de Ebert. Penetra en el organismo ingiriéndole, y va a habitar en el intestino. Por tanto todos los productos del aparato digestivo, y en particular las heces fecales que proceden del órgano (intestino) donde habitan los bacilos de Ebert, llevarán éstos gran número, siendo necesaria su enérgica desinfección.

Como penetra el bacilo de Ebert por el tubo digestivo, nos lavaremos y desinfectaremos escrupulosamente las manos al acabar de estar junto a un enfermo de fiebre tifoidea, con objeto de no infectar cualquier manjar que vayamos a ingerir y adquiramos la enfermedad. En tiempo de epidemia de fiebre tifoidea, debe siempre beberse el agua hervida (tanto las epidemias de fiebre tifoidea como las de cólera, se propagan por el agua de consumo), mucho más en las casas, clínicas, etc., donde se encuentren esta clase de enfermos, así como la que se utilice en nuestros guisos. Nos enjuagaremos la boca con frecuencia, con agua hervida o disoluciones antisépticas, y nos abstendremos de comer cosa alguna en presencia de dichos enfermos.

Las heces se desinfectarán escrupulosamente (con disoluciones de sultato de cobre al 5 por 100 durante dos horas, como mínimo de tiempo) antes de verterlas en agua corriente, y si posible es, también se hará lo mismo con el sitio por donde se tiren.

Al enfermo de fiebre tifoidea o de cualquier otra enfermedad muy contagiosa (cólera, tifus exantemático, etc.) que no puede ser asistido en la forma que dejamos dicha en la parte general de esta lección, se le debe trasladar a una sala de un hospital para enfermos epidémicos.

Cólera.-Es producida esta enfermedad por el bacilo vírgula o vibrión colérico o asiático de Koch. Penetra este microbio para producir la afección en el hombre por la boca, y va a hospedarse en el intestino.

El cólera se propaga por las aguas contaminadas con deyecciones de coléricos. En tiempo de epidemia, se beberá el agua hervida, y no se tomará fruta ni verduras crudas (pues podrían estar mojadas con agua infectada), ni cualquier otro alimento que pueda ocasionar diarreas, por predisponer este estado a la germinación del vibrión asiático de Koch en el intestino. Las deyecciones y ropas manchadas de ellas se desinfectarán de la misma manera que en la fiebre tifoidea.

FOTO 009 Material de cura y cirugía

Por la enorme mortalidad que esta epidemia produce, ponen gran interés en precaverse de ella y combatirla las entidades sanitarias de los diversos Estados, sometiendo a rigurosas desinfecciones cuantos objetos proceden de países epidémicos, no permitiendo entrar en los puertos los buques que vienen de naciones atacadas por esta enfermedad sin la autorización que, previa la visita sanitaria, dicte la Autoridad competente del departamento.

Sucediendo lo mismo con las personas que de proceden de localidades infectadas, se las desinfecta antes de entrar en las ciudades o pueblos indemnes, y son vigiladas durante un período de tiempo por la Autoridad sanitaria correspondiente, por si se desarrollara en ellas la enfermedad que pueden traer incubada (estas mismas precauciones se practican para otras enfermedades epidémicas, como peste bubónica, fiebre amarilla, tifus exantemático, etc.).

En la India, donde es enfermedad epidérmica, se está empleando con feliz resultado la vacuna anticolérica, preparada con bacilos atenuados por el calor.

Tifus exantemático. No se conoce todavía en microbio que produce esta enfermedad. Se han encontrado en la sangre de estos enfermos un estreptobacilo y un diplococo, a los que no se puede achacar esta afección, por no haberse reproducido experimentalmente la misma.

Es una de las enfermedades más contagiosas que se conocen. Uniendo las prácticas más severas de aislamiento y desinfección de cuanto se relacione con el enfermo, dichas de un modo general para todas las enfermedades infecciosas al principio de esta lección, y evitando la suciedad y el hacinamiento humano, donde hace enormes estragos el tifus exantemático, se tendrán las mejores precauciones contra la propagación de dicha afección.

Difteria. - Esta enfermedad la ocasiona el bacilo de Klobs-Loffier. Penetra este microbio por la boca, y se localiza generalmente en el istmo de las fauces, manifestándose al exterior por unas membranas blancas implantadas en las amígdalas, borde posterior del velo del paladar y úvula (Cuando la difteria invade la laringe, se denomina crup o garrotillo).

Las precauciones particulares a esta enfermedad, a que recurriremos para evitar su contagio, serán la desinfección de cuantos elementos expulse el enfermito por la boca, tales como membranas, las que llevan infinidad de bacilos, esputos, alimento, cuchara, etc., y en general, cuanto toque a la boca o sus excreciones, sitio donde existe en abundancia el bacilo diftérico, portador de la enfermedad que nos ocupa, de una vitalidad tan grande, que de no destruirle por la desinfección, puede vivir fuera del organismo durante varios años. Por ello, es una enfermedad muy contagiosa, y teniendo en cuenta la persistencia de su virulencia mientras no se destruya el bacilo que la produce, se puede comprender las precauciones que han de tenerse, en particular con los niños, antes de juntarlos con un convaleciente de difteria o de permanecer en un local donde hubiese habido un paciente de dicha enfermedad.

LECCIÓN XIX
Transporte de los enfermos contagiosos. -Desinfección de los locales y de las ropas. - Aparatos más comunes en uno y otro caso.

Todo enfermo que en su domicilio no puede tener los cuidados que requiere su dolencia, debe ser trasladado a un hospital o casa benéfica dedicado a la asistencia y curación de aquellos enfermos. Cuando la enfermedad que sufre el paciente es contagiosa, exige su traslado ciertas precauciones, dirigidas a evitar la difusión de dicha enfermedad por el camino llevado por el enfermo desde su casa a la clínica donde vaya a habitar.

Dos medios suelen y deben emplearse en Madrid para el transporte de enfermos contagiosos: la camilla y el coche del Laboratorio municipal. Aquélla, por todos conocida. El coche del Laboratorio municipal para transporte de enfermos contagiosos consta de cuatro paredes alargadas: superior, inferior, derecha e izquierda; una, anterior, incompleta por su parte superior; en ella lleva el pescante, y otra, posterior, formada por una cortina de lona ajustada, de manera que forma otra pared, flexible. Dentro de la caja del coche lleva una serie de bastidores de madera, constituidos por dos palos gruesos y paralelos, unidos por una tira ancha de lona, donde se acuesta el enfermo; estas especies de parihuelas van suspendidas dentro del coche, unas encima de otras, formando dos filas, generalmente de tres camillas cada una.

FOTO 010 Transporte de los pacientes contagiosos

La orden del traslado del enfermo contagioso al hospital debe darla una Autoridad sanitaria del distrito a que pertenezca el domicilio del enfermo, bien sea el subdelegado de Medicina del mismo o el médico de guardia de la Casa de Socorro correspondiente, a los que podrá dirigirse el cabeza de familia de la casa, jefe o dueño del establecimiento donde se encuentre el paciente, o mejor cualquier individuo de profesión sanitaria, médico, practicante, enfermera, etc.

Una vez trasladado el enfermo contagioso, deberá desinfectarse escrupulosamente el local que aquél habitaba, para lo cual suelen llevar los individuos pertenecientes al personal práctico de desinfección del Laboratorio municipal de Madrid unos pulverizadores que desinfectan por medio de la proyección del aldehido fórmico: o formol. Toda la ropa de uso del enfermo, de cama, interior, etc., y los objetos empleados en la asistencia de aquél deberán someterse a la desinfección.

Aparatos más comúnmente usados en la desinfección de los locales y las ropas

Para la desinfección de los locales podemos recurrir al procedimiento del anhídrido sulfuroso, ya expuesto en la lección XV, o los aparatos productores de formaldehido, y a los pulverizadores, con este último desinfectante, para lo cual podemos emplear la siguiente fórmula:

Formol                                                                   30 gramos
Eucaliptol                                                               20 gramos
Alcohol de 95º                                                     300 gramos
H. s. a. y disuélvase en 20 veces su volumen de agua. Para pulverizaciones.

Para la desinfección de las ropas, el mejor procedimiento es el calor, bajo la forma de presión de vapor, en las estufas o autoclaves. A éstas se deben llevar las ropas en sacos impermeables, transportados por coches a propósito para estos fines, que posee el Laboratorio municipal.

Pulverizadores y estufas. Los pulverizadores son unos aparatos que se componen de un depósito, donde llevan el liquido del que van a hacer uso, y dos conductos tubulares, que terminan, uno, en una esfera llena de orificios finísimos, y otro, en un aparato inyector de aire, pera de caucho, bomba, etc. Una vez en función este último, el gas comprimido, por su fuerza expansiva, empuja el líquido del depósito, que, al salir por la esfera agujereada, tiene que dividirse en finísimas gotas que son proyectadas en todas direcciones.

Las estufas son grandes receptáculos de hierro, que cierran herméticamente por medio de tuercas colocadas alrededor de sus puertas, y que llevan en su interior unos departamentos donde se colocan los objetos que se van a desinfectar; comunicando con éstos por unos tubos por donde llega el vapor, o por una rejilla que separa ambos departamentos, existe un depósito de agua; debajo de este último está la fuente calórica, gas, electricidad, etc. Finalmente, llevan estos aparatos un manómetro, una válvula de seguridad y una espita para dar salida al gas. Conforme se calienta el agua, va desprendiendo vapores, de más elevada temperatura cada vez que, por la rejilla o los tubos de comunicación, se van acumulando en los departamentos donde se hallan las materias que vamos a desinfectar.

Cuanto más vapor se desprende y mayor sea su temperatura, más alta será la tensión de los mismos, penetrando de esta manera cada vez más por entre los intersticios y poros de la materia de que se compongan los objetos que se están desinfectando, los que se esterilizarán por la presión y la temperatura de los vapores.

El manómetro nos indicará en atmósferas, cuya equivalencia en grados nos será conocida, la presión a que se encuentran sometidos los objetos dentro de la estufa.

Una vez llegado a la presión y temperatura necesaria para destruir los gérmenes patógenos, se sostiene en ellas el tiempo que haga falta; terminado, se apaga o suspende la fuente calórica, se da salida al vapor por la espita y se abre la estufa, de la que se podrán sacar perfectamente esterilizados los objetos que contenga.

LECCION XX
Reglas generales que debe tener presente la enfermera en los casos en que sea necesaria la intervención judicial, con motivo de cualquier accidente ocurrido al enfermo que cuide o personas que le rodeen.-Cuando se trate de un herido. Cuando sea cuestión de un intoxicado. Cuando se trate de una persona muerta.

En alguna ocasión puede ocurrir que la enfermera tenga que prestar alguna asistencia en la que intervenga el juez. En la asistencia particular, muy raras veces podrá sucederle, pues aun cuando sea llamada para un herido en cualquier accidente, para un intoxicado, etc., casi siempre habrá intervenido ya la Autoridad judicial.

En las clínicas y en los hospitales, con frecuencia se encontrará con casos judiciales. Como regla general, tanto en la asistencia particular como en la de hospital, si la enfermera es la primera que auxilia al herido, intoxicado, etc., o sin serlo, interviene en su asistencia, sin que se haya dado parte al Juzgado, debe ella hacerla.

FOTO 011 Vendajes más usados para la cabeza y cuello

En otros casos, aquel deber social fué cumplido por un pariente o amigo del enfermo o por un empleado de la clínica donde el paciente fué auxiliado o se encuentre. Si el juez ha acudido y la enfermera es requerida para aclarar cualquier punto de lo visto por ella, ésta aportará cuantos datos pudieran contribuir al esclarecimiento de los hechos, llevando todas las pruebas de que disponga, que habrá tenido especial cuidado de reservar, por si llegase este caso.

Si a la enfermera le dijesen se ha dado parte al juez y éste no viene, ella deberá investigar si aquello es cierto, para, en caso contrario, hacerla por sí, pues el ocultamiento de cualquier accidente judicial, al ser descubierto, muchas veces por los mismos interesados al principio en ocultarle, trae como consecuencia muy graves responsabilidades.

Durante la asistencia de un enfermo, puede ocurrir que un accidente desgraciado, equivocación de medicina, dosis, etc., produzca una intoxicación; de una riña entre enfermos de una misma sala en un hospital, resulte un herido; también en estos casos, a la vez que se les asiste en sus nuevas dolencias, hay que recurrir al Juzgado, guardando una actitud exacta a la ya expuesta.

Claro está que en los establecimientos benéficos o particulares dedicados a cuidar enfermos, en sus reglamentos se prevén estos casos, y ellos mismos llenan las indicaciones referentes a los mismos, que serán entonces a las que se ajuste la enfermera.

Cuando de los accidentes, cualquiera que sea la causa, resulta una o más muertes, entonces el deber de la enfermera es procurar que nadie modifique en lo más mínimo cuanto se relacione con él o los cadáveres, para presentar a la vista del Juzgado que lleve a cabo aquella diligencia cuantos detalles se refieran con dicho asunto, Relatando, si a ello es requerida, de la manera más clara que le sea posible, sin ocultar detalle alguno, cuanto del accidente le sea conocido.

LECCIÓN XXVII
Signos por los cuales se comprueba la certidumbre de la muerte. Señales que hacen suponer se trata sólo de muerte aparente. Deberes que tiene que cumplir la enfermera en caso de defunción de la persona a que preste sus cuidados.

Antes de hablar de la muerte, vamos a describir la agonía o estado intermedio entre la vida y la muerte. Algunas veces se verifica como un aminoramiento de la gravedad de un enfermo próximo a la agonía; es la vulgarmente llamada mejoría de la muerte. Cuando empieza la agonía, se manifiestan grandes trastornos en las funciones de inervación, circulación y respiración.

El primer órgano que se debilita en el enfermo que va a entrar en el período agónico es el cerebro. Las principales alteraciones nerviosas son la carfología (Carfología, movimientos inconscientes de los dedos de la mano, tales como coger repetidamente la ropa de la cama, arañarla, separarla, etc.), delirio y coma; las respiratorias, irregularidades de los movimientos de la respiración, ritmo de Cheyne-Stokes (Ritmos respiratorios, caracterizados por periodos de apnea, seguidos de movimientos respiratorios, que, al principio muy superficiales, van aumentando de intensidad, hasta llegar a un máximun, que vuelven a descender de amplitud, van siendo otra vez muy superficiales y terminan en nuevo período de apnea, para repetir sucesivamente los movimientos descritos), y las cardíacas, arritmia en los latidos del corazón, aceleración extremada de los mismos (taquicardia) y disminución (braquicardia).

Ya el enfermo en pleno período agónico, palidece; en algunas regiones está cianótico; la mirada, apagada; el pulso no se percibe; las funciones de los sentidos, que se iban debilitando, desaparecen, tacto, vista, oído, olfato y gusto.

FOTO 012 Vendajes más usados para el tórax y el abdomen

Se han abolido ya todas las funciones orgánicas; no quedan más que movimientos respiratorios irregulares y cardíacos, generalmente muy acelerados, faltando de cuando en cuando alguna contracción, cada vez con mayor frecuencia; se presenta el estertor (El estertor es debido al paso del aire a través de las secreciones del árbol respiratorio, las que, por la parálisis de esta vía, no pueden expelerse, quedando almacenadas en los bronquios y tráquea); se cubre como de un polvillo ceniciento el vello de las ventanas de la nariz; los ojos se vuelven vidriosos; por la boca aparece frecuentemente una espumilla, los movimientos respiratorios son cada vez más espaciados, queda el enfermo inmóvil, hace ligeras contorsiones con los labios (boqueadas), se para el corazón y muere.

Muerte. La muerte se comprueba por una serie de signos, que se muestran de por sí, unos, y que hay que buscar, otros. La reunión de signos que aparentemente presenta el cadáver le da un aspecto y posición especiales, llamados, respectivamente, facies cadavérica y actitud del cadáver,

La facies cadavérica no tiene expresión; por regla general, la tiñe una palidez cérea; las mucosas toman un color blanquecino, los tejidos se humedecen, la mandíbula inferior cuelga, la nariz está afilada, y los ojos entreabiertos.

La actitud del cadáver es en decúbito dorsal; los miembros superiores caídos a lo largo del tronco y en semiflexión, lo mismo que los inferiores; la cabeza, inclinada; la punta, del pie, vuelta hacia fuera; el pulgar, flexionado hacia el hueco de la mano, y los cuatro dedos restantes de la misma, flexionados, a su vez, encima del pulgar, aprisionándole.

Otros signos tiene el cadáver que a primera vista no se advierten; tales son la relajación de todos los esfínteres, que se verifica en el momento de morir, por lo cual quedan entreabiertos todos los orificios cerrados por ellos, como la boca, ojos, ano, pupila, etcétera. Los ojos están aplastados; la córnea, opaca; en la esclerótica aparecen dos manchas obscuras, externa e interna, que llegan a invadirla toda ella. El corazón está parado, y la sangre se descompone, produciéndose equimosis (Equimosis, manchas azuladas, producidas por la sangre extravasada y reducida en el expesor de la piel), en las superficies de piel aplastada por el peso del cuerpo, y, además, en las partes más declives.

Signos muy importantes para la comprobación de la muerte son: el paro prolongado de los movimientos del corazón, que puede comprobarse por la auscultación durante cinco minutos, repetida, pasada media hora, por segunda vez; la relajación de los esfínteres, en particular la pupila, sin reacción del iris a la luz, que no se contraerá al acercar al ojo una bujía; empaño de la córnea y ausencia de los movimientos respiratorios, que se comprobará poniendo un espejo seco y brillante delante de la boca del probable cadáver: no se empañará su superficie, por no expeler el vaho que arrojaría en el movimiento espiratorio, por superficial que fuera, si estuviese vivo.

FOTO 013 Vendajes más usados para los miembros inferiores

La muerte aparente, como su nombre indica, es un estado en el que el enfermo se muestra ante nosotros como si fuese un cadáver. Puede ocurrir en varias enfermedades: asfixia, síncope, histerismo, apoplejía, ciertos envenenamientos, etc. La asfixia y el histerismo ocasionan la mayor parte de los casos; el último es el que produce estados más prolongados de muerte aparente.

Al hablar de la muerte real, expusimos los signos más seguros para determinarla; iremos en su busca en todo caso de muerte aparente, y si todavía persistiera nuestra duda, se podría recurrir al procedimiento del Dr. Icard, que consiste en practicar una inyección subcutánea de ftuoresceína, al quinto, de 10 cc. Si la circulación no está abolida en absoluto, no tarda en ser absorbida y transportada por la sangre, impregnando en seguida todos los tejidos, en particular la conjuntiva, de un tinte amarillo, como si el individuo tuviese ictericia.

Si no se dispone de la disolución de ftuoresceína, puede hacerse otro procedimiento del mismo autor, que consiste en escribir sobre papel común, con una disolución de acetato de plomo, unas palabras cualquiera; estas serán invisibles, los papeles se introducen en las ventanas nasales del paciente, y poco después de la muerte se hacen visibles aquellas inscripciones.

En caso de muerte aparente, se procurará restablecer los movimientos respiratorios (respiración artificial), la sensibilidad (excitantes diversos sobre la piel, mucosa s y órganos de los sentidos) y los movimientos normales del corazón (estimulantes cardíacos).

Deberes que tiene que cumplir la enfermera en caso de defunción de la persona a que presta sus cuidados. Cuando el paciente que cuide una enfermera fallezca, tiene aquélla que advertir a la familia del difunto, si lo ignorase, la necesidad de dar cuenta al Juzgado municipal correspondiente del fallecimiento de aquella persona, para que el juez ordene al médico del Registro civil el reconocimiento del cadáver, sin cuyo requisito no debe ser inhumado.

El enterramiento, también debe saber la enfermera no se puede efectuar antes de haber transcurrido veinticuatro horas.

La habitación, cuantos objetos haya empleado el paciente y las ropas usadas durante su enfermedad deben ser escrupulosamente desinfectados.

La habitación donde muere un enfermo no debe ser nunca habitada por persona alguna antes de su desinfección.

Los objetos y ropas que usó un enfermo fallecido no deben mezclarse nunca con las sucias, iguales de personas sanas, antes de efectuar con ellos las operaciones de desinfección expuestas en la lección XIX, siendo preferible para aquellos enseres de poco valor su inutilización por el fuego.
Estos preceptos ha de tenerlos presentes la enfermera, para, llegado el caso, manifestárselos a los allegados de la persona fallecida.

AGRADECIMIENTOS
Sor Ángela Egaña Balenciaga
Siervas de María. Ministras de los enfermos
Carlos Álvarez Nebreda
Raúl Expósito González
Juan Ignacio Valle Racero

BIBLIOGRAFÍA
Manual Práctico de Asistencia a Enfermos. Madrid 1920. Imprenta de Julio Cosano. Torija número 5, teléfono M 316.

AUTOR:
Manuel Solórzano Sánchez
Enfermero. Hospital Universitario Donostia de San Sebastián. Osakidetza /SVS
Colegiado 1.372. Ilustre Colegio de Enfermería de Gipuzkoa
Miembro de Enfermería Avanza
Miembro de Eusko Ikaskuntza / Sociedad de Estudios Vascos
Miembro de la Red Iberoamericana de Historia de la Enfermería
Miembro de la Red Cubana de Historia de la Enfermería
Miembro Consultivo de la Asociación Histórico Filosófica del Cuidado y la Enfermería en México AHFICEN, A.C.
Miembro no numerario de la Real Sociedad Vascongada de Amigos del País. (RSBAP)